700 años de Tenochtitlán: la gran ciudad que debemos ser

PODER CIUDADANO

 

Autor: Juan Carlos Flores Aquino

 

En estos días la Jefa de Gobierno Clara Brugada, hizo presencia en la mañanera del pueblo de la Presidenta Claudia Sheinbaum, para anunciar con ópera y danzantes, los festejos con los que celebraremos los 700 años de la fundación de la gran Tenochtitlán.

En estos días de tanto ruido político, de marchas, debates, de aprobación de leyes, de vecinos incómodos y también de noticias falsas, vale la pena voltear un momento hacia el pasado. No para quedarnos ahí, sino para recordar nuestro orígen, porque hace 700 años, en medio de un lago y rodeados de volcanes, donde una majestuosa águila se alzó sobre un nopal, nuestros antepasados fundaron una de las ciudades más impresionantes de su tiempo: la gran Tenochtitlán.

Sí, esa ciudad de chinampas, canales, templos imponentes y comercio constante. Esa que
maravilló a los europeos cuando llegaron, no por salvaje, sino por avanzada. Una ciudad planeada, con ingeniería hidráulica, astronomía, reglas claras, organización política, mercados ordenados y hasta tribunales.

Una Ciudad-Estado que hablaba de poder, pero también de comunidad, de lo colectivo.

Hoy, a siete siglos de aquella fundación, seguimos caminando sobre sus raíces literalmente. Las calles del centro histórico, el sistema de barrios, los pueblos originarios, las acequias que sobreviven en Xochimilco o Tláhuac, los majestuosos volcanes que nos vigilan a lo lejos. Todo eso viene de ahí. Pero más allá de la historia, la nostalgia o el orgullo ¿qué lecciones nos da Tenochtitlán hoy?

Primero, que una ciudad poderosa nace de la organización colectiva. Tenochtitlán no se impuso con un rey que gritó órdenes desde un palacio. Se construyó con base en alianzas, tributos, acuerdos entre pueblos, y decisiones de gobierno que respondían a las necesidades de su gente. ¿Suena conocido? O mejor dicho ¿necesario?

Segundo, que la ciudad fue posible gracias al conocimiento y la innovación. Los aztecas no
esperaron a que les resolvieran la vida. Pensaron, crearon, diseñaron. Convirtieron el lago en huerto, el pantano en hogar. ¿Y hoy? Hoy nos toca a nuestra generación, buscar nuevas soluciones para ya viejos problemas: agua, movilidad, seguridad, vivienda.

Y tercero: el poder ciudadano ya existía, aunque con otras formas. Había consejos, había control social, había vigilancia a los gobernantes. Hoy tenemos derechos políticos formales: voto libre y secreto, transparencia, participación ciudadana, presupuesto participativo. Pero si no los usamos, si no exigimos, si no nos organizamos, no sirven de nada, más en los tiempos que estamos viviendo.

Tenochtitlán no desapareció. Vive en nuestra forma de resistir, de reconstruirnos. Y nos obliga a pensar que esta ciudad fue hecha por su gente y su pueblo, y que nosotros somos responsables de sostenerla o perjudicarla.

Hoy, cuando todo parece concentrarse en la clase política y las altas esferas del poder,
recordemos que la historia de la ciudad es también la historia del poder desde abajo. Del poder ciudadano. Ese que no necesita cargos o huesos políticos, pero sí voz y representación. Ese que se construye en la calle, en la colonia, en el barrio, en la comunidad.

Porque a 700 años de Tenochtitlán, la ciudad sigue siendo nuestra. Siempre hay que recordarlo.

X: @floresaquino
FB: Juan Carlos Flores (fan page con el puño levantado)

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