Con información de la UNAM
Armando Jesús Negrete Fernández dijo que hay financiarización de las economías de América Latina, pero vinculada con una dinámica financiera que les es externa
Actualmente, tres mil 400 millones de personas viven en países que gastan más en intereses de deuda que en salud o educación, indicó Alejandro César López Bolaños, técnico académico del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM.
Las naciones en desarrollo soportan los costos más altos: a partir de 2010 su deuda pública ha crecido al doble del ritmo que las economías avanzadas. Solo en 2024 las primeras gastaron 921 mil millones de dólares en intereses, 10 por ciento más que en 2023, añadió.
El costo promedio de la deuda en nuestra región es de 3.8 por ciento del producto interno bruto (PIB), contra 1.7 en las economías avanzadas. Y “los altos costos de endeudamiento frenan el desarrollo”, añadió en la mesa de trabajo Financiarización y banca en América Latina.
López Bolaños, tutor y profesor del Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos, aclaró que las economías desarrolladas también tienen una fuerte carga de endeudamiento. El escenario recesivo que se observa en 2025 y el incremento de la deuda se está dando también en ellas.
El experto explicó que en el año en curso el periodo de crecimiento de la economía es menor; hablamos de un estancamiento de larga data donde Estados Unidos no crece, América Latina mantiene la misma línea de ciclo económico, y China, que era la única economía que venía desarrollándose a tasas espectaculares, ya no lo hace al mismo nivel que antes y “eso magnifica los problemas de crecimiento de la economía mundial”.
Al bajo crecimiento se añade el aumento de la deuda pública global, reiteró López Bolaños. De acuerdo con cifras de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, junio 2025), la deuda pública mundial alcanzó un récord de 102 billones de dólares en 2024, afectando con mayor fuerza a los países en desarrollo.
El problema no es menor; los Estados se están endeudando de manera importante y ello se debe a que los recursos financieros no se orientan a generar infraestructura o proyectos de progreso, sino a la financiarización y acumulación especulativa.
La deuda ya no cumple con la función de ser una parte del financiamiento público de los Estados, sino que se convierte en un activo de rentabilidad financiera. Por ello, “un desafío trascendental es que esos recursos no se diluyan en actividades especulativas”, sostuvo.
Romper la dependencia
Armando Jesús Negrete Fernández, también técnico académico del IIEc, puntualizó que el fenómeno asociado a la financiarización cobra formas diferentes a partir de estructuras y dinámicas financieras distintas.
Indicadores como valores bursátiles y de deuda sobre el PIB, no se registran en economías latinoamericanas, a diferencia de las altamente financiarizadas como la de Japón, Estados Unidos o Reino Unido.
El experto acotó que hay una financiarización de nuestras economías, pero esencialmente vinculada con una dinámica financiera que les es externa. Se desarrolló una modalidad adecuada a las condiciones latinoamericanas, que avanzó de forma funcional y subordinada al grueso de las transformaciones de ese proceso económico central y global: operó desde los mercados de materias primas.
En América Latina y el Caribe el peso de los productos primarios en el vínculo con la economía mundial es prioritario: las exportaciones de esas mercancías en la región fueron, en 2020, de 52.8 por ciento, agregó Armando Negrete.
Si el mercado se vuelve tan volátil y de él depende una buena parte de nuestro equilibrio de balanzas comerciales y de ingresos fiscales por comercio internacional, lo prudente sería seguir la línea de industrialización y romper esa dependencia frente a las materias primas, recomendó.
Construir la integración
Monika Meireles, investigadora en la Unidad de Economía Fiscal y Financiera del IIEc, al hablar de la Dimensión financiera de la integración regional: de la Corporación Andina de Fomento (CAF) al banco de desarrollo de América Latina, manifestó que repensar la integración regional implica superar la lógica del libre comercio como único horizonte.
Es necesario construir una integración que articule lo económico-financiero con lo social, lo productivo con lo ambiental, y lo nacional con lo regional, opinó la especialista.
La CAF ha ganado protagonismo por su capacidad financiera, su presencia regional y su agilidad operativa. Y a diferencia de otros organismos multilaterales, puede conjuntar agendas más cercanas a las necesidades latinoamericanas, estimó.
Existe una oportunidad para que ese organismo lidere un nuevo ciclo de integración, más solidaria, promoviendo la cohesión social y territorial; más autónoma, construida desde y para América Latina, y más industrialista, apostando por capacidades productivas regionales.
Ello es necesario para que la Corporación realmente sea un actor que promueva una integración posneoliberal, concluyó Monika Meireles en la Sala de Videoconferencias del Instituto.
Créditos a la UNAM