Legalizar la corrupción
Efraín Delgadillo Mejía.
“El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Así lo sentenció Lord Acton en una carta que dirigió a Mandell Creighton, quien era el arzobispo de la Iglesia Católica de Inglaterra. El arzobispo recomendó ignorar los abusos cometidos por los papas. Lord Acton no estuvo de acuerdo. A pesar de que era católico romano, no podía pasar por alto los atropellos o la corrupción de los papas. Sostuvo que todos los seres humanos, tanto los actuales como los del pasado, ya sean líderes o no, debían seguir normas morales universales.
Todos en #México sabemos que el poder corrompe. Además, tenemos conocimiento de que no se trata de un tema moral. No se soluciona con sermones evangelizadores, reprimendas públicas o arengas con pañuelo blanco. Los individuos que alcanzan el poder pronto se percatan de esto: llegaron al poder y el poder corrompe.
Reconocer que hay un problema es el primer paso para solucionarlo o mitigar sus efectos. Así que admitamos que el poder corrompe y que está presente de forma inherente en el sistema político mexicano. Es inútil negarlo, y es una locura santificar a los funcionarios o gobernantes.
El poder descompuso a los criollos de la Nueva España cuando la «venta de oficios» se convirtió en legal. Esto no era más que la compra de cargos públicos. Agustín de Iturbide, el vencedor de la independencia, realizó negocios oscuros en Colombia y México. Antonio López de Santa Anna poseía de manera extraña haciendas y ranchos, pero los derrochó en peleas de gallos y en otros deleites. El presidente de México, Manuel González (1880-1884), promovió el crecimiento de la red ferroviaria tras la etapa de Reforma, mediante iniciativas como la línea troncal del Ferrocarril Central Mexicano, que unía Ciudad Juárez con Ciudad de México. Su compadre Porfirio Díaz lo absolvió, a pesar de que los negocios ilícitos generaron un déficit fiscal que llevó al país a la quiebra.
Una de las frases clásicas de Álvaro Obregón, como presidente de México, fue: «Seré el presidente más honesto porque solo robaré con una mano» (Obregón era manco). Esta y… “Nadie soporta un cañonazo de 50 mil pesos”. El Ejército de Venustiano Carranza fue tan voraz que la gente utilizaba «carrancear» como sinónimo de robar.
Luego, durante la “larga noche” del PRI, llegaron sus licenciados. La riqueza inexplicable se volvió un lugar común. La relación entre el dinero y el poder era conocida en su totalidad por la nación. Son indivisibles. Este agravio fue tan inmenso que forzó al candidato del PRI, Miguel de la Madrid, a centrar su campaña en la «renovación moral».
Las cosas no mejoraron con lo que se conoce como «Transición democrática». Desde el año 2000 hasta el 2012, el gobierno estuvo bajo la dirección del Partido Acción Nacional. Con su montón de nuevos millonarios. Crearon Estelas de Luz, que son monumentos a la colusión con el narcotráfico y a las refinerías inexistentes.
PRI regresó a la presidencia sin haber asimilado el aprendizaje y, durante el mandato del presidenteEnrique Peña Nieto, sucedieron escándalos de proporciones increíbles: dos comerciantes de Pegasus habrían sobornado al priista con 25 millones de dólares durante su campaña. La casa blanca de Angélica Rivera, su exesposa, que fue comprada a uno de los contratistas más «favoritos» del gobierno de Peña. La Estafa Maestra, en la que se habrían malversado 400 millones de dólares por medio de compañías ficticias. En el caso Odebrecht, esta compañía habría donado aproximadamente 10 millones de dólares a la campaña presidencial de EPN para conseguir contratos.
Andrés Manuel López Obrador afirmó que había vencido la lucha contra la corrupción el 31 de agosto de 2019, justo antes de presentar su primer informe de gobierno. Movió el «pañuelito blanco» para declarar que «ya no hay corrupción en la cima». Los medios informaron, meses después, acerca del escándalo de corrupción más grande en su sexenio: el desvío de más de 15 mil millones de pesos que estaban destinados a los programas alimentarios para las poblaciones más vulnerables, que fueron implementados por medio de la recién fundada Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex).
Como se puede ver, la corrupción vuelve a estar de moda en México. Intemporal, sin importar el nombre del partido o gobernante. La razón es simple; como dice Lord Acton, “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Esto nos proporciona tres alternativas: Primera: Si el poder corrompe, entonces es necesario buscar la solución fuera del poder, por medio de la denuncia, los pesos y contrapesos, la libertad de prensa, las fiscalías ciudadanas y el voto. Segunda: “Para novedades, los clásicos”, como propone Platón en el libro III de la República: “No debe gobernar quien tenga parientes”.
Tercera, legalizar la corrupción, y esta es la que más me agrada. Sí, de todas formas no ocurre nada. En este país nunca pasa nada y, cuando ocurre, no pasa nada.
@delgadillomejia