Poder Ciudadano
Autor: Juan Carlos Flores Aquino
Adelanto: si hay algo en lo que coincidimos casi todos, es en la prioridad en la atención a los adultos mayores en cualquier espacio. Después de esta aclaración, les platico de lo que fui testigo presencial esta semana. El martes como al mediodía, tenía un tiempito libre y decidí ir a un módulo de Tesorería de la Ciudad de México para recoger mi licencia de conducir permanente física, o sea mi plástico pues, después de haber tramitado la digital y traerla ya en el celular.
Por cierto, el trámite digital fue muy fácil y práctico, tan solo te metes a la App CDMX, teniendo tu licencia vencida a la mano, sacas la línea de captura, pagas, ¡y taraaaan! Tienes tu licencia digital en tu cartera digital, muy bien todo y hasta te sientes ya en el primer mundo.
Pero como mañana salgo de viaje y rentaré auto, hay algunas arrendadoras que se ponen necias y te siguen pidiendo la licencia en físico, así que para evitar disgustos, fui a tramitarla.
Intenté sacar cita en la misma aplicación, pero ahí si, simplemente no pude, así que me resigné a ir a hacer fila.
Así, acudí a un módulo que conozco muy bien, la tesorería express Félix Cuevas, donde ya he hecho otros trámites, y siempre está relativamente tranquilo. Está ubicada dentro del Walmart ubicado en Eje 7 sur y San Francisco, en la colonia Del Valle, alcaldía Benito Juárez.
Llegando, me percaté que había tres escritorios funcionando rápidamente con su respectivo personal, así como alguien con chalequito guinda que orienta a los que llegamos, y el no faltante poli de la entrada.
Al lado, un salón de espera, con poca gente, unas 7 personas formadas conmigo. Me pidieron una copia del INE, así como la impresión del trámite de la licencia digital -que no el pago ni la línea de captura-, así que corrí a la papelería de enfrente para sacar las
copias y regresar a formarme.
Regresé, y calculo eran las 12:45 del día, con lo que calculando dije, me echaré una media hora máximo, yo feliz. Me dice el del chalequito guinda “pregunte quien es el último en la fila y después de ese ya le toca”. Eran en ese momento 6 personas antes que yo. Llegaron después de mi, dos personas de la tercera edad, con lo que hice lo conducente y le ofrecí a la señora, el asiento que me había tocado, porque justo eran 7 sillas.
Fue avanzando la fila, y ya como a la una de la tarde, estaba a dos lugares de que me tocara turno, dije yo, ¡que atención tan rápida! En ese momento sale una señorita y dice, “alguien de la tercera edad”, con lo que le aviso a la señora que estaba detrás de mi, y le cedemos el turno los dos que estábamos antes.
Después sale otra persona, con la misma exclamación “quien de la tercera edad” con lo que otra persona que estaba a dos lugares paso también. Para esto, ya el salón de espera se había llenado, y de 7 que éramos, en ese momento ya estábamos como 18 personas dentro. Yo dije, bueno, pues ya solo faltan dos turnos, ahorita nos tocará. Entonces sale el tercer empleado que atendía, y vuelve a decir “quien sigue de la tercera edad”, con lo que pasó una persona que estaba como a 4 lugares.
Después de mi -por las personas de la tercera edad que ya me habían saltado-, había unas señoras como de 50 años, diciendo, bueno, que bien que atiendan a los de la tercera edad, pero ojalá ya nos toque a nosotras.
La desesperación fue cuando por cuarta, quinta, y sexta vez, volvieron a salir preguntando quien estaba de la tercera edad, con lo que las personas mayores que acababan de llegar, pasaban primero, y los que llevábamos ya más de una hora formados, nomás estábamos como chinitos viendo como pasaban.
Para ese momento las señoras que estaban después de mi, entraron a preguntar que pasaba y por qué nos saltaban a los demás, con lo que una de las empleadas contesta “tenemos la instrucción de atender prioritariamente a las personas de la tercera edad” y le dice una joven que también estaba esperando “está muy bien, pero puede ser uno y uno, porque como es que alguien que acaba de llegar pasa de inmediato”, con lo que responde otro de los empleados, “espérense, ya les va a tocar su turno”, y otro más dice (para calmar las aguas, supongo) “es que nos obligan a que todos preguntemos quien es la de tercera edad, aunque sepamos que ustedes ya llevan mucho tiempo esperando”.
Ya para las dos de la tarde, rogábamos los 20 que estábamos formados que no llegará alguien de la tercera edad, porque nos iba a saltar a tooooodos los que impacientemente veíamos como pasaban aunque acabaran de llegar.
Lo peor fue, que algunos de los que estaban formados, se molestaban contra las personas de la tercera edad que pasaban de inmediato aún acabando de llegar, lo cual, hasta cierto punto era ilógico.
Ya como a las 2:30 pasó el que estaba delante de mi, porque en ese momento no había ya nadie de la tercera edad, y los que ya llevábamos bastante rato ya hasta lo tomábamos con filosofía, sabiendo que si llegaba alguien mayor nos saltaría a todos.
Por fin tocó mi turno, pase, y la atención fue muy rápida, tardé unos 7 minutos en firmar documentos, y recoger por fin, la licencia permanente física.
Para Clara Brugada y Juan Pablo de Botton Falcón: esta muy bien y que bueno que prioricen a las personas de la tercera edad, pero para que los demás no la agarren contra ellos, les recomiendo dos soluciones muy prácticas para sus empleados: turnos alternados, es decir, un adulto mayor, y una persona adulta. O aún mejor, que de los tres escritorios que había, uno exclusivo o hasta dos fueran para adultos mayores, así evitarían las molestias que les generaron a los que veían como los saltaban.
X: @floresaquino
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