Palabras del secretario de Hacienda, Édgar Amador, durante la Conmemoración de los 100 años del Banco de México

Saludo con respeto a la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo, cuya conducción firme y decidida ha permitido consolidar un entorno de estabilidad y bienestar para nuestro país. Extiendo también un cordial saludo a la gobernadora del Banco de México, Victoria Rodríguez Ceja, así como a todas y todos quienes hoy nos acompañan en esta ocasión tan significativa. Es para mí un privilegio tomar la palabra en representación de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público en esta ceremonia conmemorativa del Centenario de nuestro Banco Central. Esta ocasión tiene, además, una nota personal muy particular. Antes de llegar a la Secretaría de Hacienda, tuve el honor de formar parte del equipo del Banco de México. Esa etapa fue una escuela excepcional en lo técnico y en lo institucional, especialmente por coincidir con un contexto en el que el banco debió afrontar el resurgimiento global de la inflación luego de la pandemia. Hoy, desde el ámbito de la política fiscal y la gestión macrofinanciera, valoro aún más esa labor. Lo afirmo con convicción: la estabilidad económica del país reposa sobre la complementariedad entre Hacienda y Banco de México, en un marco de respeto a la autonomía y de colaboración permanente. La historia del Banco de México es distinta a la de otros emisores centrales, en tanto que es uno de los resultados de la discusión del Constituyente de 1917, y por tanto surge del intenso proceso social de la Revolución Mexicana. El país, que busca reconstruir su economía, afectada por los efectos de la lucha armada, ubica en la discusión constitucional el rol del emisor central con el fin de concentrar en el Estado la capacidad de emisión monetaria, la cual residía en ese momento en los bancos comerciales. La creación del Banco de México puede verse entonces, como un decidido acto de soberanía por parte del Estado surgido de la Revolución, que sienta las bases para el resurgimiento y la posterior consolidación de la economía nacional. La historia del Banco de México es, en efecto, la historia del fortalecimiento del Estado mexicano moderno. Desde su fundación en 1925, enfrentó desafíos monumentales: poner orden en un sistema monetario fragmentado, restaurar la confianza en la moneda nacional y acompañar el proceso de reconstrucción económica después de la Revolución. Con el paso de las décadas, asumió nuevas funciones, tales como banco de emisión, banco de bancos y agente financiero del Gobierno Federal, en un proceso continuo de consolidación institucional. Durante ese trayecto, y muy en especial durante su etapa inicial, la coordinación con Hacienda fue determinante. Mientras el Banco estabilizaba la moneda y fomentaba el desarrollo de un sistema financiero funcional, la Secretaría fortalecía las finanzas públicas, organizaba la política de deuda y creaba las bases para la inversión pública en infraestructura. Esa sinergia permitió financiar procesos de industrialización, expandir el crédito productivo y sostener largos periodos de crecimiento económico con estabilidad. No obstante, la experiencia de los años setenta y ochenta dejó lecciones cruciales. México vivió episodios de muy elevada inflación, desequilibrios externos y crisis de deuda. Lo aprendido fue claro: la estabilidad macroeconómica se construye con instituciones sólidas, disciplina fiscal, autonomía monetaria y un marco de responsabilidades definidas y complementarias. A partir de la reforma constitucional de 1994 se delimitó con precisión su mandato prioritario: preservar el poder adquisitivo de la moneda. Esta autonomía no solo dio claridad a la política monetaria, sino que también implicó el tránsito hacia un régimen de tipo de cambio flexible, más adecuado para una economía abierta con libre movilidad de capitales. A partir de entonces, Hacienda asumió plenamente la conducción de la política fiscal y Banxico pudo enfocar sus instrumentos al control de la inflación. Se inauguró así una etapa de corresponsabilidad: sin disciplina fiscal no hay estabilidad de precios sostenible, y sin estabilidad de precios no hay crecimiento con bienestar. Esa responsabilidad compartida ha dado resultados tangibles. México ha logrado preservar déficits moderados, mantener niveles de deuda pública sostenibles y responder con eficacia a choques externos sin comprometer la estabilidad macroeconómica. El ancla nominal ha sido la credibilidad en la política monetaria y fiscal. Y el compromiso institucional ha sido firme y compartido. Un ejemplo que ilustra bien esta coordinación fue la respuesta conjunta a los recientes choques inflacionarios globales. Mientras el Banco ajustaba su postura monetaria con independencia y determinación, Hacienda activó medidas fiscales extraordinarias para contener los precios de combustibles, evitando así que la inflación se desbordara y protegiendo así el ingreso real de los hogares mexicanos. Esa sintonía ayudó a reducir la volatilidad, proteger a la población más vulnerable y facilitar la convergencia de la inflación al objetivo. Pero más allá de los logros recientes, es fundamental mirar hacia adelante. Banxico, además de su mandato de estabilidad de precios, tiene la facultad de asesorar al Gobierno Federal en temas económicos. En este contexto de creciente complejidad, su voz técnica es cada vez más relevante. Invitamos al Banco a ejercer esta atribución con visión estratégica, como actor clave en la formulación de una política económica integral. Estamos en una etapa especialmente compleja, en donde un conjunto inédito de desafíos sacude al ciclo económico. La inflación global está siendo moldeada por una sucesión de factores estructurales: disrupciones geopolíticas, fragmentación comercial, transformación energética, cambio climático y episodios de mayor volatilidad en los precios de materias primas. Enfrentar esta nueva realidad exigirá una comprensión más amplia de los mecanismos de transmisión monetaria y reflexionar sobre los alcances y utilidad de los marcos analíticos tradicionales, con el fin de mantener la estabilidad sin afectar el desarrollo económico de largo plazo. Por otro lado, la digitalización del sistema financiero, el desarrollo de nuevas tecnologías de pago, la evolución del ahorro y la transición hacia economías bajas en carbono nos obligan a repensar los marcos regulatorios y de supervisión. En estos procesos, la colaboración entre el Banco de México, la Secretaría de Hacienda y otras autoridades financieras será clave para garantizar que la innovación esté al servicio del bienestar y no se traduzca en nuevas fuentes de desigualdad o inestabilidad. Hoy celebramos el primer siglo de existencia del Banco de México. Debemos de estar muy orgullosos como país de que esta efeméride nos encuentre simultáneamente con la primera presidenta, y la primera gobernadora en la historia nacional. Para mí, haber compartido responsabilidades en ambas instituciones es un gran honor personal. Soy testigo de que nuestras trayectorias institucionales se entrelazan, confluyendo hacia un México más justo, estable y próspero. Bajo la conducción de la Presidenta de la República, nuestro país avanza con claridad en medio de un entorno complejo, con estabilidad macroeconómica y con instituciones que inspiran confianza. Desde la Secretaría de Hacienda reiteramos nuestro compromiso de mantener el diálogo respetuoso con el Banco de México. Porque solo con instituciones fuertes y unidad de propósito, podemos construir un futuro de bienestar compartido. Muchas gracias.

 

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