¡Aquí no ha pasado nada!

ASÍ LAS COSAS

Por Adolfo Prieto

La insistencia de los políticos por comunicarnos que hacen hasta lo imposible por el bienestar de México (como si nos hicieran un favor) sólo demuestra que no hacen casi nada, lo cual no es nuevo, porque siempre ha sido así. De chico mis padres me enseñaron que al buen entendedor pocas palabras, que entre más hable una persona, más se hunde y proporciona elementos suficientes para ser denostado, criticado o atacado sin piedad, por la facilidad que tiene el ser humano de decir infinidad de tonterías, lo curioso es que se dicen por montones y la gente las aplaude convencida de que el mesías ha llegado y opta por arroparlo como si de ello dependiera la vida de la muchedumbre. 

Tal es el caso de los políticos que ganan en distintas elecciones. Las promesas de campaña sólo son eso, palabras que se lleva el viento, y que ya no sorprende ni a propios ni a extraños que no se cumplan porque no tienen otro sentido que el de la demagogia. Lo preocupante no es eso, sino que pese a que sabemos que son mentiras nos autoengañamos creyéndoles. Se siguen paseando como si nada y jamás se cansan de repetir que ellos, y nadie más que ellos, son los indicados para ocupar la silla presidencial. Dicen que una mentira si se repite constantemente, en muchos casos se convierte en verdad. Los políticos se exhiben hasta la saciedad y se convierten en personas honorables que poseen facultades para hacer y deshacer el destino de un país, eso sí, avalados por el voto popular (según ellos) y encubiertos en eso que llaman fuero, cuando lo correcto sería fuera, ¡decirles fuera y exiliarlos a Chernóbil o a Guantánamo! 

Hay políticos que no han hecho otra cosa que vivir del erario, saltar como liebres de una diputación a una senaduría, de una regiduría a una presidencia municipal, de una secretaría de estado a una embajada y así hasta el infinito o hasta que la enfermedad o la muerte los persuade para que calmen, de una vez por todas, sus ansias de novilleros. Sin embargo, como magos pernoctan en residencias de su propiedad cuya dudosa procedencia comprueban con papeles del Infonavit quien amablemente se los facilitó para darse esos gustos. Escupen a diestra y siniestra frases como “nadie está por encima de la ley”, “que se actúe conforme a Derecho”, “así lo señala la Constitución” y tienen el descaro de protestar juramento y decir que en caso de no cumplir con su encomienda, “que la Nación se los demande”. 

Tratan a la justicia como cola de perro, que por más que el animal trate de morderla, jamás la alcanzará. Inventan leyes no para perfeccionar una constitución, un código, etc., sino para 

protegerse, seguir haciendo de las suyas y convertirse en hombres inmensamente ricos. Es tan alta su autoestima, que sólo el poder y el dinero la pueden quebrantar. El político es juez y parte. Se le debe reconocer que pese a toda la infinidad de humillaciones y penurias de que fue objeto, llega a la cima para, ahora sí cobrar viejas facturas. Como bola de nieve desciende de una montaña, arrasa no sólo con sus enemigos sino con quien se le ponga enfrente, pagando justos por pecadores. Se hace de cómplices, pero casi nunca de amigos. Se le achaca de hacerse cirugía plástica en el rostro, cuando la realidad es que por cínico sus facciones cambian de forma camaleónica y se ajustan a la situación del momento. Muchos han tenido que “darlas” o “darles” para llegar a la cumbre, pues es raro que con iniciativa y capacidad propia puedan colocarse en lugares estratégicos del poder. 

Desde 1821 son contadísimas las acciones, de los gobernantes mexicanos, que realmente han trascendido, lo cual comprueba que, a lo largo de 200 años, los ciudadanos han elegido mal a sus gobernantes, o los candidatos se han colado con disfraz de democracia, para hacer tontería y media que, si bien nos va, los juzgará la historia. 

¿Por qué no se les sanciona por hacer mal su trabajo? ¿No merecen castigo ejemplar las personas que perjudican a todo un país por su pésimo actuar como servidores públicos? Lo de menos sería esperar que la Nación se los demandé, pero así como vamos, lo más probable es que ellos demanden a la Nación, pidan indemnización o se indignen y nos manden al diablo para que sigan “cumpliendo con su trabajo”. Unos cuantos miles están por encima de millones que sólo anhelan ser como ellos, conseguir un buen hueso a costa de lo que sea. 

Elecciones van, elecciones vienen, ya se divisan candidatos que nadie conoce o que compran voluntades para seguirse perpetuando en el poder y hacernos creer que México va que vuela para el primer mundo pues después de todo, se crea o no, aquí no ha pasado nada.

Nos leemos la próxima semana o hasta que el gobiernito de mi alma, de sus muchas y corruptas compañías, nos separe.

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