ASÍ LAS COSAS
Por Adolfo Prieto
Los programas actuales están afectando (como lo han hecho durante décadas) a
muchísima gente en la actual era de la información y la abundancia de contenido
digital porque la televisión sigue siendo un medio dominante en muchos hogares.
Sin embargo, en un tiempo donde la oferta televisiva es más variada que nunca,
es alarmante cómo ciertos programas han caído en un vacío de superficialidad,
banalidad e indecencia, influyendo de manera negativa a su audiencia,
especialmente a niños y jóvenes.
El contenido televisivo actual está plagado de una mezcla de reality shows
exagerados, series de bajo presupuesto y programas de entretenimiento que
priorizan el impacto inmediato sobre el valor educativo o cultural. Las propuestas
se centran en escándalos, drama artificial y una constante búsqueda de lo más
sensacionalista. Esta tendencia ha llevado a una programación que no solo carece
de sustancia, sino que también contribuye a la creación de un entorno cultural
empobrecido.
Los niños y adolescentes son especialmente vulnerables a los efectos de una
televisión de baja calidad. La exposición constante a programas que glorifican
comportamientos negativos, promueven estereotipos dañinos y modelan valores
superficiales puede tener consecuencias perjudiciales en su crecimiento
emocional. Los jóvenes que consumen este tipo de contenido pueden desarrollar
una visión distorsionada de la realidad, donde el conflicto y el drama parecen ser
la norma, y la empatía y el pensamiento crítico se vuelven secundarios pues
pareciera que su único objetivo es distorsionar la realidad.
Los reality shows y los dramas televisivos a menudo presentan una visión
exagerada de la vida misma. Los adolescentes, en especial, pueden tener
dificultades para distinguir entre la ficción y la realidad, lo que puede llevar a
expectativas poco realistas sobre la vida, las relaciones y el éxito.
No es de sorprender que se está gestando una influencia negativa en el
comportamiento del televidente debido a todos aquellos programas que glorifican
el comportamiento disruptivo, la agresión y el consumo de sustancias que
indudablemente inciden negativamente en los jóvenes, haciendo que estos
comportamientos parezcan normales o deseables. Los estudios han demostrado
que la exposición a comportamientos agresivos en los medios puede aumentar la
probabilidad de que los jóvenes imiten estos comportamientos en su propia vida,
tal como lo estamos viendo en las redes sociales que muestran, por montones, a
personas adoptando conductas absurdas para ganar notoriedad, seguidores, fama
o como le quiera usted llamar.
Con lo anterior, se demuestra que cada día es más notoria la reducción de la
capacidad crítica de los individuos porque no es necesario practicarla debido a
que la programación es superficial y a menudo carece de profundidad y fomenta la
pasividad. Esto puede reducir la capacidad de los jóvenes para analizar y
cuestionar el contenido que consumen, llevando a una disminución de la
capacidad crítica y el pensamiento independiente.
¿En dónde están los padres y los educadores? Sobre todo los primeros, frente a
esta situación, donde su papel se vuelve crucial. Tienen la obligación de fomentar
una actitud crítica hacia los medios y buscar alternativas de entretenimiento que
sean educativas y enriquecedoras para contrarrestar los efectos negativos de la
televisión actual, como por ejemplo promover contenido educativo, optando por
programas que fomenten el aprendizaje, la empatía, la curiosidad, el ansia de
saber y aprender. Existen numerosos documentales, series educativas y
programas culturales que pueden ofrecer una experiencia televisiva más
enriquecedora.
Los educadores, desde su trinchera, pueden fomentar el pensamiento crítico
animando a los jóvenes a cuestionar y analizar el contenido que consumen
mediante discusiones sobre los temas presentados en los programas y cómo se
representan, eso ayudaría a desarrollar una visión más crítica y consciente.
Siendo más drásticos deberían limitar el tiempo de pantalla, ya se de televisión o
de celular. Para ello, urge establecer límites claros en cuanto al tiempo que los
niños y adolescentes pasan frente a la televisión. Promover actividades al aire
libre, la lectura y otros pasatiempos puede ayudar a equilibrar el impacto de la
televisión.
Enamorándonos, La casa de los famosos, Acércate a Rocío, Me caigo risa, Tal
para cual, La Academia e infinidad de programas que actualmente transmiten por
la televisión, no tienen pies ni cabeza y son utilizados, indirectamente por las
grandes cadenas televisivas como medio potencial para educar e inspirar, pero el
contenido se queda corto en este aspecto. La banalización y la superficialidad
predominantes en muchos programas actuales no solo son patéticas en términos
de calidad, sino que también representan una amenaza para el desarrollo
saludable de los jóvenes. Es responsabilidad de todos nosotros, desde los
creadores de contenido hasta los consumidores, buscar y apoyar una
programación que enriquezca y eduque en lugar de degradar y desinformar.
Hasta la próxima.