ASÍ LAS COSAS
Por Adolfo Prieto
La ambición de Caty Monreal por apoderarse de la alcaldía Cuauhtémoc no es
solo una cuestión de aspiraciones personales; es una manifestación palpable de
nepotismo y de cómo las dinastías políticas se perpetúan en el poder en México.
La sombra de su padre, Ricardo Monreal, actual coordinador de Morena en la
Cámara de Diputados, ha oscurecido la contienda electoral en la alcaldía y ha
planteado serias interrogantes sobre la legitimidad de su candidatura. La
perseverancia de la hija del ex gobernador de Zacatecas en su intento por
conseguir la alcaldía, respaldada por la influencia de su progenitor, subraya una
problemática que afecta profundamente la democracia y la calidad de la política en
el país.
En una democracia que debería basarse en el mérito y la capacidad, la promoción
de Caty Monreal destaca cómo el poder dinástico puede distorsionar el proceso
electoral. Ricardo Monreal, con su influencia en Morena y en la política nacional,
sigue usando su posición para facilitar la carrera política de su hija. Esta situación
refleja un preocupante uso del nepotismo, donde los cargos públicos se convierten
en una extensión de la herencia familiar en lugar de ser ocupados por individuos
seleccionados por sus habilidades y propuestas.
Ricardo Monreal, conocido por su habilidad para tejer redes de influencia y
maniobrar en los pasillos del poder, ha demostrado ser un maestro en la
consolidación de su dinastía política. Su capacidad para colocar a familiares en
posiciones clave, no solo en el ámbito local sino también en el federal, pone de
relieve cómo las conexiones familiares pueden definir el destino de aspirantes
políticos. Caty Monreal no es una excepción en esta estrategia; su ascenso se ha
visto facilitado por el respaldo de su padre, que ha utilizado su posición para
asegurar recursos, apoyo logístico y una visibilidad desproporcionada.
La influencia de los Monreal no se limita a la política local; su impacto se extiende
a la dinámica nacional, mostrando cómo el nepotismo puede influir en varios
niveles del gobierno. Ricardo Monreal ha sido criticado por usar su influencia para
beneficiar no solo a su hija, sino también a otros miembros de su familia. Este tipo
de maniobras cuestiona la equidad del proceso político y la capacidad de las
instituciones para funcionar de manera imparcial. Los Monreal han demostrado
una habilidad para movilizar recursos y apoyo político a través de sus redes,
generando un ambiente donde las conexiones familiares pueden ser más valiosas
que las propuestas y habilidades individuales.
La persistencia de los Monreal en la política es un recordatorio de la falta de
transparencia y la creciente desconfianza pública en las instituciones. Cuando los
ciudadanos perciben que el poder está concentrado en unas pocas familias, se
reduce su fe en el sistema democrático y en la capacidad de las instituciones para
representar sus intereses. La influencia de Ricardo Monreal y el respaldo a su hija
en la contienda por la alcaldía Cuauhtémoc refuerza una imagen de política
cerrada y excluyente, donde el mérito y el servicio público parecen ser
reemplazados por la lealtad familiar.
El caso de Caty Monreal y el clan Monreal subraya la importancia de cuestionar y
desafiar el nepotismo en la política. La presencia de estos clanes en posiciones de
poder no solo afecta la calidad de la gestión pública, sino que también socava los
principios de equidad y justicia en la política. Para restaurar la integridad de la
política en México, es fundamental que los ciudadanos y las instituciones se
mantengan vigilantes contra el nepotismo y el poder dinástico. La promoción de
una cultura política basada en la transparencia, el mérito y el verdadero servicio a
la comunidad es esencial para garantizar que los cargos públicos sean ocupados
por aquellos que realmente buscan contribuir al bienestar de la sociedad.
La situación actual es una llamada de atención sobre la necesidad de un cambio
profundo en la política mexicana. El poder no debería ser heredado ni consolidado
a través de influencias familiares, sino ganado a través de la competencia justa y
transparente. La democracia requiere una competencia honesta y abierta, donde
los candidatos sean evaluados por sus capacidades y propuestas, no por su
apellido o conexiones familiares. Los ciudadanos deben exigir una política libre de
dinastías y promover un sistema donde el mérito y el compromiso con el bien
común sean las verdaderas medidas del éxito.
En este sentido, el caso de Caty Monreal y su búsqueda de la alcaldía
Cuauhtémoc es una llamada de atención sobre la necesidad de un cambio
profundo en la política mexicana para asegurar que el poder se gane, no se
herede.
Hasta la próxima.