La falacia de la seguridad en tiempos de Claudia Sheinbaum

ASÍ LAS COSAS

 

Por Adolfo Prieto

Uno de los temas más sensibles y urgentes para la ciudadanía es la inseguridad.
México ha estado azotado durante años por una ola de violencia vinculada
principalmente al crimen organizado, con una serie de efectos devastadores, que
se ven todos los días, en la vida cotidiana de millones de mexicanos. Frente a este
reto, la promesa de la Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, de resolver la
problemática de la inseguridad, a través de medidas que en su gestión como jefa
de gobierno de la Ciudad de México le resultaron ineficaces, por lo que parece
más una ilusión que una solución real.

La exjefa de gobierno capitalino, durante las cada vez menos vistas mañaneras,
emplea un discurso que podría parecer atractivo para muchos: la promesa de paz
y reconciliación, defendiendo el lema de “abrazos, no balazos” y del cual ya se dio
cuenta, o mejor dicho, ya se había dado cuenta, pero sabe que ahora perjudica su
mandato. Sin embargo, la consigna de su antecesor, Andrés Manuel López
Obrador, sigue calando hondo en su ser pese a que es duramente cuestionada no
solo por su falta de resultados, sino por su aparente ineficacia frente a los graves
problemas de violencia que azotan a México; y Sheinbaum, en lugar de
distanciarse de este enfoque, lo ha respaldado sin dudar, lo que genera serias
dudas sobre su capacidad y voluntad para enfrentar el crimen organizado.

Durante el liderazgo de la entonces jefa de gobierno, la Ciudad de México, lejos de
convertirse en un ejemplo de seguridad y tranquilidad, vivió una escalada de
violencia y delincuencia. En su gestión, el número de homicidios aumentó
considerablemente, mientras que las políticas implementadas para frenar esta
tendencia no lograron dar los frutos esperados. A pesar de las promesas de

mejora en la seguridad, la capital mexicana sufrió el impacto de un crimen
organizado en auge, cuyas redes se extendieron y se fortalecieron.

Uno de los ejemplos más claros de su falta de visión en este tema fue la decisión
de solicitar que más de 6.000 miembros de la Guardia Nacional vigilaran las 195
estaciones del Sistema de Transporte Colectivo Metro de la Ciudad de México,
con el objetivo de frenar el robo de cable. Esta absurda medida no solo fue un
derroche de recursos, sino una muestra palpable de la falta de estrategia para
abordar los problemas de seguridad. De hecho, las estaciones del Metro
continuaron siendo blanco de la delincuencia, y el mismo sistema de transporte
sufrió el incendio de uno de sus centros de control, lo que reflejó la incapacidad de
la administración para resolver incluso los problemas más básicos de seguridad.
Si una de las ciudades más importantes del país, con una cantidad de recursos
humanos y materiales a su disposición, no logró mejorar la seguridad durante su
mandato, la idea de que Sheinbaum pueda liderar una lucha efectiva contra el
crimen organizado a nivel nacional es ingenua.

Otro factor que genera escepticismo sobre la capacidad de la presidenta (con A)
para abordar la crisis de seguridad es la designación de Omar García Harfuch
como su secretario de Seguridad. García Harfuch, quien hasta hace poco fue el
titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, tiene un
historial marcado por la falta de resultados y el aumento de la violencia en la
capital. A pesar de los recursos que se le destinaron, las políticas de seguridad
durante su gestión no lograron contener la expansión del crimen organizado ni
reducir los índices de violencia. Su nombramiento en un puesto de tan alta
relevancia dentro de su gabinete parece una muestra más de que, en el fondo, no
hay un interés real por cambiar las dinámicas de seguridad que hoy afectan a
México. Más bien, es una continuidad de una política fallida que se pretende
expandir por todo el país.

Por si fuera poco, la figura de Harfuch está rodeada de una serie de dudas y
controversias. Existen acusaciones sobre sus presuntos nexos con grupos
criminales, lo que genera una desconfianza aún mayor sobre su capacidad para
dirigir los esfuerzos de seguridad en el país. En un contexto en el que el crimen
organizado sigue siendo uno de los principales problemas a resolver, es difícil
creer que una persona con tales señalamientos pueda ser la solución para los
retos que enfrentará México en materia de seguridad.

La situación de inseguridad en México no se resolverá con más discursos ni con
promesas vacías. Es un problema que requiere una visión clara, un liderazgo
capaz de tomar decisiones firmes y una estrategia integral que involucre a todas
las fuerzas del Estado y la sociedad. Sin embargo, Claudia Sheinbaum y su
equipo no parecen estar en condiciones de ofrecer una solución real. Su falta de
resultados en la Ciudad de México, el respaldo a políticas fallidas como la de
“abrazos, no balazos” y la dudosa elección de su equipo de seguridad ponen en
evidencia que no hay voluntad ni experiencia suficiente para abordar la magnitud
del desafío que enfrenta el país.

Es difícil creer que la presidenta, pese a las recientes y “sorpresivas” capturas de
algunos “malosos”, quien no pudo con la seguridad de la capital, pueda enfrentar
con éxito el complejo panorama de inseguridad que prevalece en todo México.
Lejos de ser una opción confiable, su propuesta parece más una extensión de los
fracasos de la administración actual. La inseguridad en México no se resolverá
con discursos, sino con acciones firmes y decisiones que demuestren una
verdadera voluntad de cambio, algo que hoy parece ausente en las promesas de
quien ocupa la presidencia.

¡Hasta la próxima!
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