ASÍ LAS COSAS
Por Adolfo Prieto
Parece que a la Secretaría de Movilidad de la Ciudad de México (Semovi) le interesa todo menos la movilidad. Conforme pasa el tiempo se va enredando cada vez más en sus cacareados proyectos y “obras magnas”, que lejos de resultar exitosas se enfilan al fracaso, y no porque la idea y las intenciones sean malas, ni porque mi visión sea fatalista, sino porque la infraestructura, la planeación y algunos directivos están para llorar.
A las pruebas me remito: basta con darse una vuelta por la Ciclovía que está en la Avenida de los Insurgentes, con una extensión de 28.5 km, a la que según la dependencia antes mencionada “convirtió a esa importante avenida en una calle completa modelo, con espacio para todos los tipos de usuario de la vía”, lo cual es una mentira porque existen tramos en donde esa ciclovía desaparece y se hacen cuellos de botella y la integridad física del ciclista queda a la deriva. Habría que ver qué entienden por modelo.
De reciente creación esa ciclovía, se denunció que el piso se está deteriorando, infinidad de tramos se encharcan con lo cual el ciclista corre el riesgo de toparse con una coladera abierta, una protuberancia en el piso o un auto estacionado sobre la ciclovía. Como suele ser el estilo de la burocracia y de las cabezas de cualquier dependencia de gobierno, no tienen el menor empacho en autoengañarse y mostrarle a la ciudadanía que todo lo hecho es un estuche de monerías, cito:
“La Semovi, con apoyo de la Alianza de Ciudades Saludables, de la organización internacional Vital Strategies, elaboró el Proyecto Ejecutivo de la Ciclovía Insurgentes. Dicho proyecto se sustenta en los planos proporcionados por Metrobús, con las adecuaciones de las obras de Banquetas Insurgentes. Expertos de la sociedad civil y académica validaron las soluciones presentadas en campo para cada tramo de Insurgentes”.
¡El colmo del cinismo: “para cada tramo de Insurgentes”! No necesito ser ciclista y mucho menos experto en movilidad para darme cuenta que eso es falso, solo hay que darse una vuelta por el tramo que está entre la calle de Querétaro y Paseo de la Reforma para darnos cuenta que la ciclovía desaparece-aparece y se torna el espacio en compartido y se crea un verdadero cuello de botella en donde varios automovilistas no saben si circular por el primer carril o permanecer en el segundo porque tal vez el primero sea exclusivo para bicicletas. Después de un profundo estudio sobre el impacto de esa ciclovía la Semovi llegó a las siguientes conclusiones:
“Con el apoyo de Iniciativa Climática México evaluamos el impacto de la Ciclovía Insurgentes. Dentro de los hallazgos destacan los incrementos a las ventas de los comercios locales, impulsadas por los ciclistas; un fomento a las actividades físicas; mayor tiempo de convivencia entre familia y amigos”.
Habría que ver ese incremento de ventas, la mayor convivencia familiar y de amigos (salvo los domingos ciclistas, pudiera ser, pero también es cierto que muchos automovilistas que usan su coche de lunes a sábado pedalean los domingos, pero solamente los domingos). No quiero ser mal pensado, pero casi estoy seguro que como en los mítines políticos, hay infinidad de acarreados o personas que son obligadas a pedalear justo ese día para aparentar que dicha actividad es todo un éxito.
A lo largo de 28.5 km efectivamente hay infinidad de negocios, oficinas privadas y gubernamentales, universidades y quién sabe cuantas cosas más, para lo cual la Semovi dice que calculó el problema que se venía encima. Me explico: a lo largo de todo ese trayecto se hace recolección de basura, suministro de gas, agua potable con pipas, carga y descarga de mercancías, ascenso y descenso (la dependencia habilitó 32 bahías de ascenso y descenso en paradas de Nochebús), paradas continuas de transporte público y privado e infinidad de movimientos que se realizan, en muchos casos, justo frente al inmueble destino.
Algunos señalan que todo lo anterior lo deben de hacer en calles aledañas, lo cual crea otro problema: generación de tráfico en calles que están siendo estranguladas por el recorte de las mismas y que son gobernadas por franeleros y ambulantes. No me crean a mí, pero basta con ver cómo fueron modificadas las esquinas, con lo que se recortó, en muchos casos, un carril, taponeando el flujo vehicular. Se podrá decir que se hicieron bahías, efectivamente se instalaron 24 bahías para carga y descarga en boca calles (menos de una por kilómetro e insuficientes si consideramos que en una sola cuadra hay muchos negocios), pero en su mayoría para que los valet parking pudieran hacerse del control de los autos e irlos a estacionar en las calles aledañas.
¿Qué ha hecho la Semovi para solventar esos grandes problemas? Supongo que casi nada, es más, contribuye para que crezcan al no multar, en la mayoría de los casos, a los infractores o por lo menos amonestarlos verbalmente y conminarlos para que no lo hagan.
Entre opiniones a favor y otras en contra, encontramos que algunos expertos como Xavier Corominas y Pedro Bravo, el primero ex alcalde de Salt (España) y el segundo, un periodista, autor del libro Biciosos, no están en contra, pero sí anunciaron durante el 4° Foro Mundial de la Bicicleta, que el futuro de este tipo de infraestructura es desaparecer y que es mejor aprender a compartir el espacio que se le gane al automóvil, que seguir construyendo ciclovías mal planeadas.
Muy parecido que el Metrobús, la mayoría de las ciclovías y el sistema de bicicletas compartidas de la Ciudad de México (Ecobici) que complementa la red de transporte público de la ciudad, funcionan casi con calzador y podría jurar que se trata de un programa de reacción para satisfacer (a medias) la necesidad de los ciclistas para transportarse dentro de la urbe mexicana y que busca solucionar un problema de Movilidad, creando otro, el de la inseguridad para quienes osan pedalear.
A la dependencia le bastó con poner una señalización en el asfalto para decir “preferentemente ciclistas” y ya con eso solventar uno de tantos problemas. Empezó a pintar las calles con líneas y delimitarlas con bolardos para que todo mundo entendiera que eso era una ciclovía, lo mismo le daba hacerla confinada que en un segundo carril, o tal vez sobre la banqueta como fue el caso de la ciclovía de Periférico que sigue en total abandono. No hay, al menos en la Ciudad de México, ninguna ciclovía segura, la mayoría son inviables, peligrosas, no cumplen con los estándares internacionales y materialmente estás hechas al aventón.
El negocio de la Movilidad es muy lucrativo, por eso no les importó que en la administración pasada desapareciera una ciclovía en la Alcaldía Álvaro Obregón, porque literalmente fue invadida por paracaidistas. Tampoco le importa que un día a la semana un tianguis se asiente justo sobre alguna ciclovía, o que motociclistas, automovilistas, camioneros, la usen para desplazarse o estacionarse.
No me canso de insistir en que lo que nos falta es Educación Vial, Educación en todos los sentidos, y es ahí por donde tenía que empezar la Semovi, pero lejos de hacerlo optó por intentar marginar de tajo el uso del auto, sabiendo, y lo sabe muy bien, que la industria automotriz es la segunda industria que aporta más al Producto Interno Bruto de México y que genera muchos empleos directos e indirectos.
Cito un párrafo cuyo autor desconozco, pero le doy su crédito: “La alternativa del automóvil debe ser global. Para que la gente pueda renunciar a sus automóviles no basta con ofrecerle medios de transporte colectivo más cómodos, es necesario que la gente pueda prescindir del transporte al sentirse como en casa en sus colonias, dentro de su comunidad, dentro de su ciudad a escala humana y disfrutar ir a pie o en bicicleta de su trabajo a su domicilio o a cualquier parte. Ningún medio de transporte rápido y de evasión compensará jamás el malestar de vivir en una ciudad inhabitable y en donde la ciudadanía sepa que no hay seguridad”.
Nos leemos la próxima semana o hasta que el gobiernito de mi alma, de sus muchas y corruptas compañías, nos separe.