ASÍ LAS COSAS
Por Adolfo Prieto
La implementación de parquímetros en distintas alcaldías de la Ciudad de México
ha generado un debate intenso entre ciudadanos, autoridades y diferentes grupos
de interés. Mientras algunos piensan que estos dispositivos son una solución para
organizar el estacionamiento y erradicar a los franeleros, otros dudan y critican su
efectividad además de lamentar que los ingresos generados no se utilicen para
beneficiar a las comunidades.
Se ha dicho que los parquímetros fueron (im)puestos supuestamente para regular
el estacionamiento en las calles. Su objetivo primordial es disminuir el caos
vehicular y promover mayor rotación de espacios. Las autoridades aseguran que
esta medida busca facilitar la movilidad y reducir la influencia de los franeleros,
quienes históricamente, y ante la complacencia de la “autoridad”, monopolizaron el
espacio público. Sin embargo, la implementación ha encontrado resistencia por
parte de quienes consideran que los beneficios prometidos no se han
materializado y que, en muchos casos, ha generado más problemas que
soluciones, como el que los conductores, ante la presencia de los parquímetros,
busquen otros espacios para estacionar su auto, logrando con ello congestionar
calles y avenidas.
Uno de los puntos más críticos del debate es la falta de espacios adecuados para
estacionarse, lo que ha dejado a muchos automovilistas en una situación
complicada, situación que parece no importarle a la “autoridad” con tal de
complacer a unos, aunque quede mal con otros. La llegada de los parquímetros
obliga a muchos a buscar alternativas de estacionamiento que a menudo no
existen o simplemente optan por dejar su automóvil en casa, aunque los gobiernos
anteriores y actuales no ofrezcan un transporte digno, eficiente y seguro. La falta
de infraestructura adecuada ha llevado a los conductores a la disyuntiva entre la
necesidad de pagar por un espacio y la imposibilidad de encontrar uno disponible.
Se sabe que las promesas de otorgar tarjetones o permisos especiales para
automovilistas que no tienen estacionamiento propio no se han materializado.
Muchos residentes señalan que estas soluciones prometidas son solo eso:
promesas vacías. Sin la implementación efectiva de estas medidas, la percepción
general es que los parquímetros son una carga, mas que una solución.
Otro aspecto polémico es el destino de los ingresos generados por los
parquímetros. A pesar de que el dinero recaudado podría ser utilizado para
mejorar las infraestructuras y servicios en las colonias donde se instalan, los
residentes ven que los beneficios no se reflejan en sus comunidades: las calles
siguen en mal estado y la iluminación es deficiente.
Ante este panorama, es fundamental considerar alternativas que mejoren la
situación. Una opción es implementar un sistema más claro de distribución de los
ingresos generados por los parquímetros, de modo que una parte significativa se
reinvierta en las colonias. Esto podría incluir mejoras en la infraestructura, mayor
seguridad y mejores servicios públicos. Urge repensar la estrategia de
estacionamiento en la Ciudad de México integrando un enfoque que contemple
tanto las necesidades de los automovilistas como la realidad del transporte público
y otras formas de movilidad.
La imposición de parquímetros pone de manifiesto la complejidad de la gestión del
espacio público en una metrópoli tan grande y diversa. Aunque hay argumentos
válidos a favor y en contra, es evidente que se requiere un enfoque integral y
transparente que priorice las necesidades de los ciudadanos. Los opositores a los
parquímetros argumentan que la implementación de estos dispositivos no ha
solucionado el problema del estacionamiento, ya que muchos automovilistas
todavía enfrentan la falta de espacios disponibles. Señalan que con la llegada de
los parquímetros aumentó el caos vehicular, pues algunos conductores buscan
estacionamiento en áreas no permitidas, lo que puede agravar el problema de
tráfico.
Se deben establecer mecanismos de transparencia y rendición de cuentas que
obliguen a las autoridades a informar cómo se utilizan los ingresos recaudados
mediante un fondo específico destinado a mejorar la infraestructura local, como
calles, iluminación y servicios públicos. Crear un sistema de consulta ciudadana
permitiría que los residentes participen en la toma de decisiones sobre el uso de
estos fondos, asegurando que se destinen a las necesidades más urgentes de la
comunidad.
Por su parte, las autoridades podrían invertir en la creación de estacionamientos
públicos y seguros, especialmente en áreas con alta demanda, o establecer zonas
de aparcamiento temporal en espacios públicos no utilizados durante ciertas
horas. También podría ayudar a aliviar la presión la promoción de alternativas
como estacionamientos compartidos o el uso de tecnología para facilitar la
búsqueda de espacios libres.
Hay varias ciudades que han puesto en marcha sistemas de parquímetros de
manera exitosa, como San Francisco y Nueva York. En la primera, el programa de
parquímetros se complementó con el uso de aplicaciones móviles que permiten a
los conductores encontrar y pagar por espacios de manera eficiente. En la
segunda, la recaudación se utiliza para financiar mejoras en el transporte público y
la infraestructura local, generando así un impacto positivo en la comunidad.
Es cierto que hay alternativas a los parquímetros como promover el transporte
público mediante la mejora de su cobertura y calidad o considerar la
implementación de un sistema de tarifas dinámicas para estacionamiento en
zonas de alta demanda, en lugar de parquímetros fijos, lo que incentivaría mayor
rotación de vehículos.
Pienso que la clave para resolver este conflicto radica en la voluntad de las
autoridades para escuchar las inquietudes de la población y trabajar en conjunto
hacia una solución que beneficie a todos (lo que no se hizo con la imposición de
las pseudo ciclovías), promoviendo una ciudad más ordenada y equitativa en el
uso de sus recursos.
Hasta la próxima.