ASÍ LAS COSAS
Por Adolfo Prieto
Durante una cumbre de inversores en Miami, el presidente de los Estados Unidos,
Donald Trump, sorprendió a la audiencia al revelar que recibió una valiosa “idea”
de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, con quien mantuvo una
conversación telefónica. Según Trump, la presidenta mexicana le sugirió
implementar en Estados Unidos campañas de publicidad para la prevención del
uso de drogas, algo que, según su relato, impactó al mandatario estadounidense
de tal manera que no dudó en calificar la propuesta como "¡una gran idea!". De
hecho, lo repitió varias veces durante su intervención, mientras exaltaba a
Sheinbaum como una mujer “maravillosa”.
De semejante comentario resalta el contraste entre la simpleza de la “idea”
propuesta y la manera en que Trump la presentó como una revelación
trascendental. La política de prevención del uso de drogas a través de campañas
publicitarias ha sido un enfoque adoptado por varios países, incluido México. El
hecho de que el despistado presidente considere algo tan básico como una “gran
idea” refleja, una vez más, la desconcertante falta de visión y profundidad de su
administración en temas tan críticos como la lucha contra las drogas. En este
contexto, la intervención de Sheinbaum se puede entender como una oferta de
sentido común que, a los ojos de Trump, se convierte en una estrategia novedosa
solo por el simple hecho de desconocer el esfuerzo que otros países han
desplegado en el tema.
Pero más allá de la interpretación de Trump, lo interesante es cómo la presidenta
de México se vale de ese intercambio de “grandes ideas” para autoerigirse en una
líder que influye en las decisiones de la política estadounidense. Sheinbaum,
inconsciente (eso parece) de las limitaciones de su gobierno y de la falta de un
liderazgo claro en el ámbito internacional, aprovecha la declaración de Trump para
proyectarse como una figura de peso en la arena global. Al ser alabada por un
presidente de los Estados Unidos —un país cuyas políticas en muchos aspectos
chocan con los intereses nacionales de México— la mandataria mexicana ve una
oportunidad para ensalzar su imagen de “gran presidenta” (con A) ante los ojos del
pueblo mexicano o por lo menos ante la runfla de despistados que la alaba como
una diosa.
Sin embargo, lo que es una maniobra política en el ámbito de la comunicación,
también revela la triste realidad de cómo se juega la política mexicana. No
estamos ante una política profunda que busque soluciones a los problemas que
enfrenta el país, sino ante un juego de apariencias. Sheinbaum, lejos de mostrar
una postura firme frente a los desafíos que representa la relación con Estados
Unidos —donde temas como la soberanía, la migración y el narcotráfico son
cuestiones candentes— prefiere presentarse como una líder que “no cede ante
Trump”, mientras coloca su imagen de mujer fuerte que no se arrodilla ante las
presiones externas. Sin embargo, esta táctica solo alimenta la retórica populista
que tanto gusta en la política interna, pero que poco o nada resuelve las profundas
problemáticas estructurales del país.
El enfoque basado únicamente en campañas publicitarias no es suficiente para
erradicar el consumo ni abordar las causas profundas que lo originan. La
dependencia de las drogas está relacionada con un cúmulo de factores sociales,
económicos y de salud, y la prevención debe ir más allá de los anuncios en los
medios de comunicación. Por tanto, al presentar una idea como algo innovador,
Trump no solo revela su falta de comprensión sobre el contexto, sino que ofrece
una falsa sensación de avance en un tema tan complejo.
La presidenta de México sabe perfectamente que no propuso nada novedoso. Al
contrario, se aprovecha de un reconocimiento público para reforzar su figura como
una política decidida y capaz de llevar a México por el camino de la soberanía,
sobre todo en un momento en que la popularidad de su gobierno enfrenta
desafíos. El hecho de que utilice frases tan vacías como «no cederé soberanía» o
«no me arrodillaré ante Trump» solo muestra la pobreza de un discurso político que
se dedica a jugar con las emociones del pueblo para generar un falso sentido de
victoria.
En un país como México, donde los problemas estructurales como la violencia, la
pobreza y la corrupción siguen siendo los grandes pendientes, este tipo de
intercambios diplomáticos son meras distracciones que permiten a los políticos de
turno esconder su falta de acciones reales. Como bien dice el refrán, «en país de
ciegos, el tuerto es rey», y lo cierto es que Sheinbaum es una especie de «reina
tuerta» en el panorama político mexicano, capitalizando la mínima atención que le
da un líder extranjero como Trump para proyectarse como figura fuerte, cuando la
realidad dista mucho de esa imagen.
Más allá de la superficialidad de las declaraciones del gringo y la estrategia de
Sheinbaum para posicionarse como una líder internacional, México sigue atrapado
en un ciclo de discursos vacíos y medidas que no abordan las causas de los
problemas del país. La política antidrogas, la lucha contra la violencia y la mejora
en las condiciones de vida de los mexicanos requieren más que simples anuncios
y discursos populistas, lo cual resulta difícil ante un liderazgo que,
lamentablemente, está ausente.
¡Hasta la próxima!