Poder Ciudadano
Autor: Juan Carlos Flores Aquino
No, no es amarillismo. Es lo que sucedió esta semana en una de las
estaciones más concurridas y conocidas del Metro en la Ciudad de
México, en la que convergen las líneas 1, 7 y 9, y la línea 2 del
Metrobús.
¿Te imaginas que un martes el mediodía, tuviste que hacer uso del
Metro, y de la nada, un joven se te abalanza cuchillo en mano y te
empieza a golpear y apuñalar?
La desesperación de los que observaban del otro lado de las vías del
túnel, de los que estaban del mismo lado viendo la sangre, de los
hombres tirados en el piso, de los que corrían gritando, buscando
ponerse a salvo, y un desquiciado joven continuando su ataque, solo
puede definirse así: terror.
Y si faltará un ingrediente extra, que los mismos heridos, por los
empujones y jaloneos de los que intentaban salvarse del cuchillo del
desequilibrado sujeto, fueron quienes tuvieron que salir hasta las
afueras de la estación Tacubaya, para decirle a una patrulla -que de
suerte estaba afuera-, lo que estaba sucediendo. Fueron ellos los que
llamaron a Protección Civil y aparecieron los policías.
La tragedia pudo haber sido mayor. Fueron 4 hombres los heridos,
uno de ellos de gravedad, pero que afortunadamente sobrevivieron,
y si fueron del sexo masculino fue por una sencilla razón: por la
separación de vagones que hay entre mujeres y hombres en el Metro
(para aquellos que piensan que es ridícula o hasta discriminatoria la
separación, aquí una muy buena respuesta).
Y por supuesto qué ahogado el niño, a tapar el pozo. De inmediato
se implementaron medidas un tanto ineficaces (por entorpecer el
acceso del transporte más usado en el país y en Latinoamérica)
como estos arcos detectores de metal, que detienen a usuarios que
llevan mochilas o paquetes grandes para que pasen por ellos; ya me
imagino si llevan los topers con cucharas y tenedores de metal,
como han de sonar, y quien determina que puede ser un arma letal o
no.
O como si el Jimmy hubiera llevado una maleta grande para guardar
el cuchillo, o que Marcelo, el que se subió al techo del metro en la
estación Guelatao, seguro también llevaba su arma en una enorme
mochila.
Me recordó aquella infamia de la pobre señora que por mala suerte
se le cayó un accesorio de lavadora a las vías del metro y ya la
estaban encarcelando acusándola ¡de terrorista! O el usuario que
llevando un peludo en brazos fue sometido por la policía para
sacarlo. Seguro pensaban que el maltés era un peligro.
Clara Brugada tiene la gran oportunidad de solucionarlo: que ponga
a alguien que sí conozca el metro y que no se robe los recursos que
son para su correcto funcionamiento, mantenimiento y seguridad.
Que no se le ocurra darle el metro a una cuota política, o para un
compromiso económico de alguien que le pudo haber metido
recurso a su campaña.
Quienes somos usuarios del Metro, sabemos bien como se pueden
resolver los problemas que abundan, empezando porque estén
limpias estaciones y convoy, que funcionen las escaleras mecánicas,
y que se acabe el ambulantaje. Que los policías sí vigilen y las
cámaras sí funcionen. Que puedan abrir sus ventanas los vagones, y
que el dinero para que corran seguros se invierta para eso. Ya no
más accesorios o herramientas con precios estratosféricos. Que no
haya corrupción, pues.
X: @floresaquino
FB: Juan Carlos Flores (fan page con el puño levantado)