ASÍ LAS COSAS
Por Adolfo Prieto
Claudia Sheinbaum está en una encrucijada política que refleja no solo su relación
con Andrés Manuel López Obrador (AMLO), sino también las complejidades,
corruptelas del sistema político mexicano y la influencia del crimen organizado, tal
vez el factor con más influencia en este momento. La presión que siente de su
antecesor es contundente y plantea interrogantes sobre su autonomía y la
dirección que tomará su gobierno. Mientras México enfrenta múltiples crisis, desde
desastres naturales hasta problemas estructurales en la urbanización, las
prioridades de quienes están al mando parecen desviarse hacia cuestiones que,
aunque relevantes, no abordan las necesidades urgentes de la ciudadanía sino la
de unos cuantos que están incrustados en la cúpula del poder y que forman una
nueva camarilla.
La visita al estado de Sinaloa, cuyo único motivo fue para respaldar al gobernador
Rubén Rocha Moya, es una burla para los mexicanos, en lugar de enfocarse en
las zonas drásticamente afectadas por fenómenos naturales. Lo anterior muestra
una desconexión entre el liderazgo y la realidad del pueblo. Este comportamiento
es incomprensible y plantea un dilema moral: ¿deben los líderes políticos priorizar
sus propias agendas o responder a las necesidades de sus gobernados? La
imagen que proyectan Sheinbaum y López Obrador sugiere una visión anclada en
la política tradicional, donde el culto a la personalidad y las lealtades partidarias
prevalecen sobre la verdadera gestión pública.
El análisis de la relación entre Sheinbaum y López Obrador revela un patrón
preocupante. Ella no solo es la sucesora designada, sino que su ascenso es una
deuda política con AMLO, quien la sentó en la silla presidencial, por ende, podría
influir en sus decisiones. La inclusión del junior Andrés Manuel López Beltrán
como secretario de Organización de Morena simboliza una continuidad de la
dinastía política que ha distinguido a México por décadas. Esta dinámica no solo
limita la capacidad de la futura presidenta para implementar políticas innovadoras,
sino que también sugiere que el país podría estar encaminándose hacia una
repetición de errores pasados.
La preocupación por la perpetuación del poder es válida y no debe ser ignorada.
La historia política de México está llena de ejemplos donde los hijos de líderes
pasados han tomado el control, creando una sensación de que la política es un
círculo cerrado al que solo acceden unos pocos. Esto alimenta el desencanto
ciudadano e impide la llegada de nuevas ideas y enfoques que podrían revitalizar
el sistema. La política debe ser un espacio abierto a la diversidad y la innovación,
no un club exclusivo para los descendientes de quienes ya han tenido acceso al
poder.
El desafío para Sheinbaum radica en romper con esta narrativa de herencia y
dependencia. Debe demostrar que su liderazgo es independiente y que está
comprometida con las necesidades de la población. Sin embargo, la presión de
AMLO y las expectativas de una base que espera continuidad pueden ser un
obstáculo significativo. La capacidad de Sheinbaum para navegar esta
complejidad será crucial no solo para su administración, sino para el futuro del
país.
Un liderazgo auténtico implica tomar decisiones difíciles y a menudo impopulares.
Si la ex jefa de la Ciudad de México desea cambiar la percepción de que su
gobierno será una extensión del anterior, necesita priorizar las crisis que enfrenta
México. Las comunidades que sufren debido a desastres naturales requieren
atención urgente, y su falta de respuesta podría ser un golpe devastador para su
legitimidad. La política de espectáculo y la búsqueda de popularidad no son
suficientes cuando el bienestar de la población está en juego.
Por otro lado, su imagen debe ser redefinida. La narrativa de una política que
trabaja para el pueblo debe ser más que un eslogan; debe ser una realidad
palpable. Sin embargo, el contexto actual, caracterizado por la creciente demanda
ciudadana de un liderazgo más sensible a las necesidades urgentes del país,
ofrece oportunidades para un cambio significativo. Esto implica construir puentes
con la ciudadanía, escuchar sus necesidades y adaptar las políticas públicas a la
realidad del país. La desconexión entre los líderes y el pueblo ha sido una de las
críticas más recurrentes a lo largo de la historia política de México, y es un desafío
que no debe ignorarse.
El futuro político de México está en un punto crítico. La forma en que Claudia
gestione este legado de poder será determinante no solo para su administración,
sino también para la salud de la democracia en el país. Además, con un gabinete
diverso y representativo pudo ser un principio para reflejar la realidad de la
población y fomentar un ambiente de diálogo e inclusión.
No obstante, enfrentará resistencia tanto interna como externa. La lealtad a AMLO
es fuerte, y cualquier intento de desviarse de la línea política establecida podría
generar descontento entre sus seguidores. Su éxito dependerá de su habilidad
para equilibrar el legado de AMLO con la necesidad de innovación y cambio. Tiene
el potencial de romper con el pasado, escuchar a la ciudadanía, demostrar un
liderazgo inclusivo y transformar la herencia que recibe en un catalizador para el
cambio. Si logra forjar una identidad propia, podría abrir un camino hacia un futuro
político más esperanzador para México y ubicarse lejos de un camino de
repetición, con un liderazgo que abra nuevas sendas que reflejen verdaderamente
la voluntad y las necesidades de la ciudadanía. Solo entonces se podrá romper el
ciclo de la herencia política.
¡Hasta la próxima!
adolfoprietovec@hotmail.com