ASÍ LAS COSAS
Por Adolfo Prieto
Claudia Sheinbaum, quien asumirá la presidencia de México el 1 de octubre de 2024, se
ha convertido en una figura central en la política nacional. Sin embargo, su trayectoria
como delegada de Tlalpan y como Jefa de Gobierno de la Ciudad de México dejan un
rastro de cuestionamientos sobre su capacidad para liderar un país con tantos desafíos.
Uno de los episodios más críticos de su gestión como delegada fue el caso del Colegio
Rébsamen, donde se permitió la construcción de un piso adicional que colapsó durante
el sismo de septiembre de 2017 y que ocasionó la muerte de niños y adultos. Este
trágico reveló serias falencias en la supervisión y el control de la edificación, planteando
la pregunta de cómo alguien que falló en proteger la seguridad de los ciudadanos puede
aspirar a dirigir un país entero.
La línea 12 del Metro, conocida como la Línea Dorada, es otro punto oscuro en su
carrera como Jefa de Gobierno. El derrumbe de vagones de esta línea en 2021 expuso
la fragilidad de las infraestructuras de la ciudad y la falta de responsabilidad en la gestión
de obras públicas. Estos incidentes no son meras anécdotas; son evidencia de un patrón
que genera desconfianza sobre su capacidad para gestionar crisis mayores a nivel
nacional. La inseguridad aumentó durante su administración pese al maquillaje de cifras
por parte de Omar García Harfuch, en ese entonces Secretario de Seguridad Ciudadana,
lo que ha llevado a cuestionar a la futura presidenta su enfoque en temas de seguridad
pública y su eficacia para garantizar la tranquilidad de los ciudadanos.
Además, su decisión de incorporar a su gabinete a miembros de la administración
anterior, cuyo desempeño no ha sido malo, sino pésimo, plantea serias dudas sobre su
juicio y compromiso con un cambio verdadero. Un claro ejemplo es la hoy Secretaria de
Seguridad, Rosa Isela Rodríguez, la primera mujer en estar a cargo de la seguridad
pública en la historia de México y cuyo desempeño ha sido criticado severamente y que
no ha logrado contener la creciente ola de violencia en la ciudad. Esto sin mencionar a
Marath Baruch Bolaños López, Rogelio Ramírez de la O, Ariadna Montiel, Edna Elena
Vega, Alicia Bárcena, Raquel Buenrostro y Marcelo Ebrard.
Y como cereza del pastel, Martí Batres, si bien es cierto que no viene del gabinete de
Andrés Manuel López Obrador (AMLO), es claro que se lo heredó y que hizo todo lo
posible para que García Harfuch no fuera el candidato de Morena para competir por la
jefatura de gobierno de la CDMX. No hay que olvidar que Batres es un individuo envuelto
en escándalos y conocido por sus inclinaciones porriles. Esta elección de colaboradores,
lejos de señalar un cambio, parece una continuidad de las malas prácticas que han
caracterizado la gestión de su predecesor.
Un aspecto inquietante es el vínculo de su exesposo, Alejandro Imaz, con el empresario
argentino Carlos Ahumada y las acusaciones de corrupción que le rodean. En su papel
como presidente del desaparecido Partido de la Revolución Democrática (PRD) en el
Distrito Federal, Imaz fue fundamental en la candidatura de Andrés Manuel López
Obrador a la jefatura de Gobierno, a pesar de que el actual presidente no cumplía con
los requisitos legales de residencia. Las especulaciones sobre la compensación política
que recibió Imaz, en la forma de la designación de Sheinbaum como Secretaria de Medio
Ambiente, añaden una capa de controversia a su historial. ¿Quién diría que sería ésta la
que entregaría la cabeza de su propio esposo a AMLO?
Aunque Claudia Sheinbaum intenta distanciarse de estos escándalos, la sombra de tales
acciones persiste y afecta su imagen pública. Recientemente, han surgido acusaciones
sobre sus supuestos nexos con el crimen organizado. Si no pudo abordar problemas en
una delegación y ha enfrentado críticas por su gestión en una de las ciudades más
complejas del mundo, surgen interrogantes sobre su preparación para liderar un país con
desafíos tan vastos y variados. La experiencia acumulada en la administración de una
alcaldía y una metrópoli, aunque relevante, podría no ser suficiente ante la magnitud de
los problemas que enfrenta México, como la pobreza, la corrupción y la falta de
infraestructura adecuada.
La ambición de Claudia Sheinbaum puede ser vista como una continuación del legado
del actual gobierno, que ha centrado su estrategia en la transformación social, pero sus
“logros” no respaldan esta ambición. La falta de transparencia en su administración y la
dificultad para abordar problemas fundamentales para la población generan un sentido
de incertidumbre. A medida que se acerca su toma de posesión, los ciudadanos deben
evaluar si su historial en Tlalpan y en la Ciudad de México es un indicativo de su
capacidad para liderar a nivel nacional o si, por el contrario, es un reflejo de las
deficiencias que podrían agravar los problemas del país.
En un país como México, donde la corrupción, la inseguridad y la falta de infraestructura
son problemas arraigados, el perfil de un presidente debe ir más allá de la retórica. Los
ciudadanos deben reflexionar sobre si la historia de Claudia Sheinbaum como
administradora es un indicador de lo que podría venir. La búsqueda del poder no puede
ser una mera ambición personal; debe estar respaldada por una trayectoria sólida y
resultados tangibles. Así, la pregunta persiste: ¿cómo es posible que Claudia Sheinbaum
asuma la presidencia cuando su gestión local ha estado marcada por la controversia y el
cuestionamiento? La respuesta a esta interrogante es fundamental para el futuro político
de México.
Hasta la próxima.
adolfoprietovec@hotmail.com