ASÍ LAS COSAS
Por Adolfo Prieto
En un país donde los abogados parecen haberse multiplicado más rápido que los
nopales en un desierto, la reforma judicial en México llega como comedia de
enredos. Imagine un circo, pero en lugar de payasos, hay abogados, jueces,
políticos y un Presidente despistado tratando de ponerse de acuerdo sobre cómo
arreglar un sistema que, para ser honestos, a veces parece más complicado que
un chisme de vecindad.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y sus cazadores de corrupción, armados
con lupas gigantes y sombreros de detective, están decididos a encontrar cada
peso mal habido en el sistema judicial. ¡Cuidado, impartidores de justicia
corruptos, que aquí nadie se le esconde!
La reforma judicial comenzó con un sueño guajiro en donde hay más conveniencia
personal que beneficio ciudadano. Basta con realizar una mañanera, llena de
discursos solemnes, promesas de cambio, focas aplaudidoras y más cámaras que
en una boda de telenovela. Los morenos se pusieron sus mejores trajes y los
jueces se ajustaron las togas. Pareciera como si estuviéramos a punto de
presenciar un momento histórico… hasta que alguien mencionó la palabra
"corrupción" y todo el mundo se puso más incómodo que un gato en un baño. Ante
tal palabra AMLO “arropa” al Consejo de la Judicatura Federal al que desea
transformar en un superhéroe de la justicia, listo para supervisar a jueces,
magistrados y ministros con su visión de rayos X. ¡Nada escapa a su mirada
justiciera ni a su troupe de malabaristas, y promete que cada ciudadano tendrá
justicia, sin importar cuántas veces se caigan los bolos, todo es cuestión de
aprobar su reforma!
El primer truco del espectáculo: hacer menos engorrosos los procedimientos
judiciales. Con un movimiento de varita, los magos del procedimiento penal harán
desaparecer los procesos largos y complicados. ¡Justicia inmediata para todos!
Parece sencillo, ¿verdad? ¡Pues no, y menos si se es no solo “fifí”, sino Refifí
entre toda la chairiza! Simplificar las cosas en el mundo legal es como intentar
desenredar unos audífonos después de haberlos llevado en el bolsillo todo el día.
Cada quién tiene su versión de cómo deben de ser las cosas, y hasta el momento,
el único acuerdo fue que nadie está de acuerdo. Los abogados haciendo piruetas
con los papeles y las leyes, la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el estire
y afloje con por lo menos tres infiltrados que tratan de impresionar a ocho de sus
colegas. No hay de qué preocuparse, no hay nada como la reforma del Peje, con
la que casi se asegura que hasta el ciudadano más lejano tendrá su día en la
corte. ¡No importa dónde esté, se le llevará la justicia hasta la puerta de su casa!
Llegará el momento de decidir cómo elegir a los jueces. Imagínese a un político en
un trapecio, tratando de equilibrar los intereses de todos los partidos mientras la
audiencia (es decir, nosotros) observamos desde abajo, esperando que no se
caiga y haga el ridículo. Después de varias caídas, saltos y más de una discusión
acalorada, la decisión será dejar que los jueces sean elegidos por el pueblo bueno
y sabio.
Otro punto crucial de la reforma: mejorar los recursos para los tribunales. Aquí es
donde entra en escena el mago del espectáculo, prometiendo convertir
presupuestos raquíticos en sistemas judiciales de primera clase. Claro, la magia
solo funciona en los cuentos, y en la vida real los tribunales siguen esperando
esos recursos mágicos que nunca llegan y si llegan, aterrizarán en unos cuantos
bolsillos.
Mientras tanto, nosotros, el público, hastiados queremos que el show termine con
final feliz; pero, como en toda buena comedia, el final queda abierto para futuras
temporadas. La reforma judicial en México sigue su curso, con sus altos, y sus
bajos momentos que nos hacen reír para no llorar, con la certeza de que con la
nueva administración será más de lo mismo y con toque femenino, así como se
los prometieron en el Estado de Guerrero.
Díganme si no, la reforma judicial en México es como un espectáculo de circo:
lleno de trucos, sorpresas, malabaristas y payasos. Los contorsionistas
supuestamente unificarán y simplificarán los criterios judiciales, doblando y
retorciendo las leyes hasta que encajen perfectamente para que, según ellos, la
justicia sea predecible y coherente. ¡Después de todo el show debe continuar!
Hasta la próxima.
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