El peatón: entre la vulnerabilidad y la imprudencia

Adolfo Prieto

ASÍ LAS COSAS

 

Por Adolfo Prieto

 

En la actualidad, la movilidad en las ciudades, además de ser un lucrativo negocio para
unos cuantos, se ha convertido en un tema crucial tanto para las autoridades como para los habitantes de las mismas. Las políticas públicas supuestamente están enfocadas en mejorar el tránsito de personas, vehículos y otros modos de transporte, por lo que han ganado protagonismo, y se han posicionado como uno de los pilares en los que se sustentan las estrategias de la famosa «Pirámide de Movilidad» de la Secretaría de Movilidad (SEMOVI), que en teoría resulta maravillosa, pero en la práctica no lo es tanto.

En esta pirámide, el peatón ocupa un lugar preferente, considerando que es el actor más vulnerable en el espacio público. Sin embargo, y a pesar de que la movilidad de los peatones debería ser privilegiada, se observa una contradicción alarmante: en muchos casos, los propios peatones son los únicos responsables de los accidentes que terminan con su vida. Este fenómeno plantea una cuestión fundamental: ¿realmente son los peatones los más consentidos en el sistema de movilidad, o es que su comportamiento pone en riesgo tanto su seguridad como la de los demás?

La SEMOVI ha colocado al peatón como la figura más importante dentro de su jerarquía,
posicionándolo en la cúspide de la pirámide, cuando en realidad hay situaciones e
infraestructura que en nada lo favorecen, como es el caso de permitir que desciendan del transporte público desde el segundo carril porque el primero está ocupado por las ciclovías o el carril compartido, además de que el estado actual de muchas banquetas resulta intransitable, lleno de muchos riesgos en l caminar o simplemente pareciera que no existen porque son invadidas por esa plaga denominada ambulantaje, ocasionando que el ser más vulnerable tenga que bajarse de la banqueta para poder continuar su camino.

Enfocar al peatón como el “rey” de la pirámide de movilidad tiene una justificación sólida: los peatones son los usuarios más vulnerables del espacio público, ya que carecen de la protección que brindan los vehículos o las estructuras físicas.

Por esta razón, las políticas públicas intentan facilitar su desplazamiento y mejorar la infraestructura urbana, con medidas como el aumento de zonas peatonales, la ampliación de banquetas, la instalación de semáforos exclusivos y la creación de cruces más seguros. A pesar de estos esfuerzos, las estadísticas revelan una triste realidad: en muchos accidentes viales los peatones son los responsables, no solo de provocar los accidentes, sino de perder la vida en ellos.

Una de las principales causas de los accidentes en los que se ven involucrados los peatones es la infracción de las normas de tránsito, tratando con absoluto desdén al Reglamento de Tránsito. Las más comunes incluyen cruzar las calles fuera de las esquinas, ignorar los semáforos en rojo, caminar por el arroyo vehicular en lugar de por la banqueta o utilizar el celular mientras se cruza la calle.

Estos comportamientos exageradamente repetitivos, aunque parecieran aislados son una práctica común que pone en peligro la seguridad del peatón y de los conductores. El cruce fuera de las esquinas, por ejemplo, es una de las infracciones más frecuentes, y aunque muchas veces los peatones creen que «no hay peligro», están expuestos a riesgos considerables al no respetar las zonas señaladas para el cruce.

Además, el uso del celular mientras se camina por la calle se ha convertido en una
distracción peligrosa. La conexión constante con dispositivos móviles, como usar audífonos mientras se camina, ha generado una nueva forma de riesgo para los peatones, pues se desvinculan de su entorno, ignorando señales y posibles peligros como el tránsito vehicular o ciclista. Este comportamiento no solo es imprudente, sino que refleja una falta de conciencia sobre la vulnerabilidad que enfrenta el peatón en un espacio compartido con vehículos.

Otro aspecto relevante es el comportamiento de algunos peatones al cruzar la calle. Cuando se les cede el paso, en lugar de cruzar rápidamente, algunos adoptan una actitud desafiante, cruzando lentamente, y a menudo, de manera distraída, como si pusieran a prueba la paciencia del conductor. Este tipo de actitud puede generar frustración en los conductores, que se ven obligados a frenar de manera brusca, lo que aumenta el riesgo de accidentes. Los peatones, al no apresurarse, se exponen innecesariamente a los vehículos que podrían no detenerse a tiempo o simplemente tienen la idea errónea de que el vehículo debe frenar.

La pirámide de movilidad presentada por la SEMOVI plantea una visión idealizada de la
movilidad urbana. No obstante, es necesario reflexionar sobre si realmente este enfoque
está siendo efectivo. Si bien las políticas de movilidad se han centrado en la seguridad del peatón, lo cierto es que existe una falta de conciencia y responsabilidad por parte de este actor clave en el sistema de transporte. Las autoridades deben trabajar no solo en
infraestructura, sino también en la educación vial de los peatones, fomentando el respeto por las señales de tránsito, la utilización correcta de las banquetas, el cruce adecuado de las calles y el no uso de aparatos tecnológicos que pudieran distraerlo o evadirlo de su entorno.

Hay que ver a la seguridad vial como un esfuerzo colectivo, pero no faltan los despistados que se victimizan y ponen como victimarios a los automovilista.

No se trata de que solo estos últimos respeten las normas, sino también de que los peatones asuman su parte en el cumplimiento de las reglas del tránsito. Las políticas
de movilidad deben enfocarse en la creación de una cultura de respeto mutuo entre los
distintos actores del espacio público, promoviendo la educación vial desde temprana edad y aplicando sanciones cuando sea necesario. Solo así se podrá lograr una verdadera mejora en la seguridad y la eficiencia del sistema de movilidad.

El peatón es, sin duda, el actor más vulnerable dentro de la movilidad urbana, y por eso las políticas de transporte deben darle prioridad. Sin embargo, su comportamiento imprudente genera una contradicción en la que, lejos de ser los más beneficiados y protegidos, se convierten en responsables de los accidentes que sufren. El respeto por las normas de tránsito no debe ser solo una exigencia hacia los conductores, sino también una responsabilidad compartida por todos los usuarios del espacio público. De lo contrario, la pirámide de movilidad seguirá siendo un ideal lejano, y la seguridad en las calles seguirá siendo una tarea pendiente para todos.

Hasta la próxima.

adolfoprietovec@hotmail.com

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