Lo que diga su dedito

Adolfo Prieto

ASÍ LAS COSAS

Por Adolfo Prieto

Resulta patético ver a un Primer Mandatario adoptar conductas propias no de un niño,
sino de una persona que no está del todo bien de su cabales, que solo dan desconfianza y
hacen que me pregunte: ¿En manos de quién está el destino de México? Y no es que sea
el primero de los presidentes mexicanos que, con sus actos, me deje perplejo, pero es
desalentador que uno, en especial el actual, que ganó de manera democrática y que tenga
en sus manos el poder de darle un giro, para bien, a un país, salga con infinidad de
puntadas, se muestre a todas horas a la defensiva, se victimice, y cuando todo lo anterior
no le resulte, culpe al prójimo (adversarios, conservadores, mafia del poder, etc.) y no sea
capaz de asumir sus errores o aceptar que varias de las decisiones que tomó están mal.

No obstante lo anterior, de lunes a viernes, se acomoda en su púlpito y adoctrina a
infinidad de sus seguidores, hablando, en muchos casos, de algo que a muchos no interesa
o que solo sirve para enaltecer su figura, maquillar sus proyectos truncos o mal hechos,
sus promesas no cumplidas, mitificar su imagen de mártir del calvario al resaltar
supuestamente lo malo que han sido y son con él aquellos que califica de villanos o
recalcar lo hecho y dicho por administraciones anteriores y que supuestamente
repercuten, para mal, en su administración.

La figura de Andrés Manuel López Obrador es compleja y multifacética. Su liderazgo está
bien marcado por el descomunal populismo, sus dudosas políticas sociales y económicas
controvertidas, su constante promesa de luchar contra la corrupción y representar los
intereses del pueblo mexicano, aunque se ha visto que los que él llama corruptos no están
en la cárcel.

No se cansa, junto con sus paleros, empezando por la actual candidata Claudia
Sheinbaum, de insistir que tiene un efectivo estilo de Liderazgo, aunque muchos lo
veamos como autoritario y polarizador, sin pies ni cabeza. Su retórica confrontativa y su
tendencia a desacreditar a sus críticos ha ocasionado, sin duda, enormes divisiones en la
sociedad mexicana.

Su gestión económica deja mucho qué desear y eso que implementa programas sociales
para ayudar a los más necesitados, cuando sabemos que por lo menos la Tarjeta del
Bienestar no precisamente la tienen los más necesitados, por lo que su enfoque
económico ha sido objeto de críticas. Sus políticas de austeridad y su renuencia a realizar
reformas estructurales siguen generado incertidumbre entre los inversionistas,
probablemente lo único que consiga con ello es obstaculizar el crecimiento económico a
largo plazo, herencia nefasta que dejará a su sucesor o sucesora.

¿Qué decir de la su supuesta lucha contra la corrupción? Sabemos, porque lo dice
constantemente en sus mañaneras, que la combate, pero por los resultados, pienso que
sus esfuerzos han sido insuficientes o selectivos, no ha pasado de los abrazos y una que
otra llamarada de petate como se vio con Emilio Lozoya, Murillo Karam, Juan Collado,
Rosario Robles, pero algunos ya están libres probablemente porque no están bien
comprobados los delitos por los que se le acusa o por el ineficiente trabajo de la Fiscalía
General de la República y porque parece que lo que en realidad quiere el actual gobierno
es usarlos como conejillos de indias. No puedo soslayar que no disimula, cuando habla de
democracia, su tendencia a centralizar el poder en la presidencia y por otro lado su total
falta de transparencia en ciertas áreas gubernamentales dejando a la deriva la rendición
de cuentas.

Su nulo conocimiento del idioma inglés, su notoria inseguridad cuando se sale de su zona
de confort, así como su disfrazado sentimiento de inferioridad no le han permitido
mantener relaciones Internacionales a la altura de un líder mundial y prefiere solo

mantenerse al margen aduciendo la no intervención y aburrirnos con su retórica
nacionalista consiguiendo aislar a México en la arena internacional.

Si a todo lo anterior le agregamos su nefasta polarización política, pues el asunto se pone
peliagudo porque cada vez es más notoria su tendencia a deslegitimar a la oposición y a
concentrar el poder en su partido, Morena, en lugar de fomentar el diálogo y la
cooperación entre diferentes fuerzas políticas, ya son varios los que divisan en las
próximas elecciones un panorama turbio en donde el resultado no serán los que marquen
las encuestas, sino “los que diga su dedito”.

Hasta la próxima.

adolfoprietovec@hotmail.com

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