Ni a cuál irle

Adolfo Prieto

ASÍ LAS COSAS

Por Adolfo Prieto

Tal vez las próximas elecciones presidenciales en México sean las más desangeladas de las
que tenga memoria, las dos candidatas y el único candidato no acaban de convencer, por
el contrario, siguen causando decepción y animadversión por parte del electorado, que ve
en ellos, no una buena alternativa para suceder al actual presidente, sino como una
opción para elegir al menos peor o votar por el o la que pueda cortar la continuidad del
actual gobierno.

Se esfuerzan, si a eso se le puede llamar esfuerzo, por hacer creer a los mexicanos que
tienen una popularidad descomunal, que son capaces de convocar a multitudes, que lo
mucho o poco que han hecho como servidores públicos es suficiente o rebasa las
expectativas de alguien que ha cumplido con su deber y que durante su administración
todo ha marchado viento en popa a diferencia de como lo hizo su antecesor o antecesora.

Niegan el acarreo, aluden a la voluntad personal de sus simpatizantes para tratar de
demostrar que estos últimos están por iniciativa propia y no por haber sido coaccionados
para hacer acto de presencia. El selecto grupo que los rodea y los acompaña lo conforman
generalmente los mismos de siempre (unos impuestos, otros por pago de cuotas de
poder, unos más porque son amigos entrañables y los menos, porque poseen cualidades
especiales que le sirven al candidato para entronarse, pero una vez obtenido el triunfo son
desechados). La cuestión es que la mentada democracia, de la que se habla durante
cualquier campaña política por insignificante que sea, se desdeñada desde las misma
entrañas del poder.

¿Podría destacar algún mérito de Xóchitl Gálvez, Claudia Sheinbaum, el otro no lo
recuerdo, creo que es Jorge Álvarez (Movimiento Ciudadano se lo sacó de la manga sólo
para mosquear al tan mosqueado proceso electoral de 2024)? Por mucho que hayan
hecho cosas buenas no alcanzan los méritos suficientes para sentarse en la silla
presidencial.

No es necesario descalificarlos o hablar mal de ellos porque precisamente son ellos los
que se encargan de hacerlo como trillada táctica para posicionarse en el gusto del
respetable. ¿Alguno ganaría la contienda con el solo hecho de restregarnos sus logros y su
trabajo realizado a lo largo de su vida política (la personal no nos interesa, solo a ellos,
para denostar al rival o como diría el despistado del Palacio: a sus adversarios)? ¿De qué
otra forma llamarían la atención si no es mediante el escándalo?

Los millones de spots que escuchamos y vemos todos los días en los medios de
comunicación jamás serán suficientes para vendernos su imagen, casi angelical e
impoluta, ni la infinidad de promesas que todos los días hacen para persuadirnos de que
realmente son, casi casi, el o la gobernante que cualquier nación quisiera tener y hasta
perpetuar.

Si lo anterior no fuera suficiente recurren a la elaboración de encuestas, que no son otra
cosa que una violación descarada del proceso electoral porque, se quiera o no, influyen en
el ánimo y en el voto del ciudadano al escuchar, todos los días, que tal o cual lleva
infinidad de puntos de ventaja o que, si las votaciones fueran el día de hoy, fulano o
perengano, ganaría. Conforme transcurre la contienda y se saben los resultados, estos son
muy diferentes a los que señalaron varias encuestadoras. Otros dirán que alguna fue
certera por aproximarse, con increíble precisión, a los resultados finales, sin aclarar que,
durante meses, inclusive años, nombraron a un ganador, lo cual influye en infinidad de
despistados, que a su vez les comentan a sus allegados que no tiene caso votar porque se
sabe “desdenantes” quién ganará y es imposible remontar ese resultado.

El proceso democrático no deja de ser una utopía para propios y extraños o será que tal
vez tengo una idea muy diferente de lo que significa democracia y que lo que me
enseñaron en el colegio fue una burda mentira y no significa “Sistema político en el cual la
soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de
representantes”, como se asienta en el diccionario; sino al contrario, es un absoluto
cochinero en donde se revuelcan un sinfín de lambiscones para hacerse de poder y
encumbrar, de cualquier manera posible, sin importar los medios, a una persona que
seguirá fastidiando, durante seis años, a un país cuyos ciudadanos le toleran todo a
cambio de casi nada, y otros tantos ven la manera de ingresar a la lista de los más ricos y
enquistar a parientes y amigos en la jugada, por los cuales votarán las masas en las
próximas elecciones.

Es la historia sin fin, el teatro de todos los días, en donde no están todos los que son ni son
todos los que están, sino por lo general aquellos a los que solo les interesa su beneficio
personal engañando a la gente, detractándola, pasando por encima de ella o lo que es
peor: borrándola de la faz de la tierra para encumbrarse y decir que, sin ellos, estaríamos
completamente perdidos.

Juguemos a la democracia, hagamos caso a las encuestas, dejémonos influenciar por los
medios de comunicación y comunicadores, apoyémonos en nuestro instinto visceral y
finjamos que somo demócratas, sigamos diciendo que muy pronto todo va a cambiar, que
ahora sí el que viene será el bueno, aunque solo baste una dádiva para, de un día a otro,
vender nuestro voto al mejor (im)postor. Sinceramente no hay a cuál irle.

¡Hasta la próxima!

adolfoprietovec@hotmail.com

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