NI A CUÁL IRLE

                                                      ASÍ LAS COSAS

Por Adolfo Prieto

No tengo idea, ni recuerdo cuándo fue que consideré unas elecciones presidenciales desangeladas o carentes de interés, no tanto por la poca participación ciudadana o por la antipatía que la misma tiene por tan importante evento, sino por la calidad de candidatos que se han disputado y se disputarán la silla presidencial.

Ahora pienso que es justamente por la calidad de los susodichos que la gente ya no cree ni en su sombra, no obstante que por lo menos son dos mujeres las que, hasta el momento, suspiran por el cargo máximo al que puede aspirar un mexicano dentro de su país; pero si eso no fuera suficiente, ya se coló un caballero que está igual o peor que las dos damas.

Yo no había visto tanta anticipación para empezar una campaña presidencial, aunque los despistados se inclinen por llamarle pre campaña y pre candidatas, carentes de toda gracia, carisma y congruencia. Antes se les llamaba tapados, ahora son, sin duda, destapadas y con este clima, en cualquier momento pueden pescar una gripe de grandes proporciones.

Como veo las cosas no le dejaran al votante más que la opción de votar por el menos peor, si no fuera así, tendría que declararse desierta la elección, pero eso suena más descabellado que cualquier discurso que pronuncien los tres señalados.

Por un lado, la idea es votar por uno, sin considerar que no sea de nuestro agrado, con tal de que el otro no gane, entonces no se inclinan por alguien gracias a sus características, dones, virtudes y cualidades, sino porque por una u otra cosa el otro no debe llegar a la meta para no darle continuidad a lo que ahora estamos viviendo o, mejor dicho, padeciendo.
Si mi punto de vista no me falla, el que hoy ocupa la silla presidencial ganó por las mismas circunstancias: votaron por él, no por bueno y más apto, sino para que no ganara el candidato del Partido Revolucionario Institucional y a cinco años de distancia, estamos pagando las consecuencias.

Nos bombardean con anuncios que mencionan que una de esas candidatas vendía gelatinas, que salió de la pobreza y se abrió camino con trabajo y esfuerzo para llegar hasta donde está; la otra presume un bastón de mando que no le sirve ni para caminar, cuando los capitalinos sabemos perfectamente que su gobierno en la Ciudad de México fue peor que un cero a la izquierda. Del muchacho se pueden decir infinidad de cosas, pero le encanta agarrarse de su juventud, de decir que acabará con lo mismo de siempre e impulsará cosas nuevas con tanta jovialidad como se lo permitan sus 35 años.

Dicen que el diablo sabe más por viejo que por diablo, pero si unos por viejos y otros por jóvenes no han hecho mas que generar escándalos y conductas que rozan en lo ridículo, podría jurar que el próximo sexenio será tan surrealista que no importa que al país se lo lleve la tía de las muchachas, con tal de que el ganador no nos prive de sus tonterías y puntadas que el digno cargo, aunque ya de digno no tiene nada, se lo permita.

La decadencia es total, empezando por los líderes de los partidos políticos y sus absurdas peripecias para encontrar al bueno, entre todos sus militantes, y lanzarlo al ruedo sin importar que no tenga la menor idea de lo que debe hacer, después de todo ellos llegaron a la dirigencia de su partido por las mismas razones.

Varias encuestadoras se despachan con la cuchara grande si de anunciar favorito se trata, porque más tardan en encuestar que en decir quién es puntero y que el porcentaje cada vez es mayor; eso sí, sin que la ciudadanía sepa el motivo de dicha ventaja. Lo importante es inflar al “peor es nada” y tratar de convencer al pueblo que además de que es el ajonjolí de todos los moles, será el responsable de salvarnos hasta de un holocausto nuclear.

Las próximas elecciones están para llorar y el destino de un país está en juego, sin importar que el juego es el que hacen esos candidatos con cada uno de los discursos que pronuncian y con cada una de las acciones que realizan, por eso no hay a cuál irle y mucho menos se puede tener una mínima esperanza de que la situación de una nación mejore.

No se necesita ser adivino para ver que el ganador o ganadora hará como que gobierna, nosotros como que votamos, la democracia como que se asoma y los malandros despachándose con la cuchara grande. ¡Viva la ineptitud y el mal gobierno!

Hasta la próxima.

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