ASÍ LAS COSAS
Por Adolfo Prieto
Claudia Sheinbaum, presidenta de México, recientemente reafirmó su compromiso
de apoyar a los migrantes deportados tras el regreso de Donald Trump a la
presidencia de Estados Unidos. Entre las medidas anunciadas se incluyen la
creación de albergues en estados fronterizos y la asignación de recursos
específicos para su bienestar. Aunque este discurso refleja una postura solidaria y
humanitaria, común en casi todos los gobernantes, plantea dudas sobre las
prioridades de su gobierno, especialmente frente a los desafíos internos que
enfrenta México.
En el contexto actual, las deportaciones masivas impulsadas por la administración
Trump reavivaron las tensiones en la frontera norte y obligaron a México a
responder de manera inmediata con dimes y diretes y siempre con otros datos. Sin
embargo, mientras el gobierno de Sheinbaum se centra en este tema, persisten
problemas estructurales dentro del país y que afectan la calidad de vida de
millones de mexicanos. Este contraste entre su postura hacia los migrantes y su
gestión interna muestra la incoherencia de su administración.
México enfrenta un grave desafío en su frontera con Estados Unidos, como ha
sido siempre, en donde la falta de un control claro sobre el flujo migratorio crea
una situación caótica. Miles de personas provenientes de Centroamérica, el Caribe
y otras regiones ingresan al país por la frontera sur sin un registro adecuado ni
estrategias efectivas para gestionar su tránsito, por tanto el problema no solo es la
frontera norte, sino también la sur, lo cual no solo agrava la presión sobre las
comunidades locales, sino que también facilita la actividad de redes de tráfico de
personas, que operan con relativa impunidad en gran parte del territorio mexicano.
La ausencia de un sistema eficaz para abordar esta problemática evidencia una
deficiencia estructural que el gobierno aún no ha podido o no ha querido resolver,
y que ahora sí parece preocuparle.
La presidenta mexicana se ha obsesionado con dicho problema siendo que cada
vez es más grave la crisis de inseguridad. Los índices de homicidios, extorsiones y
secuestros aumentan, mientras el crimen organizado amplía su influencia en
diversas regiones del país. A pesar de las promesas de fortalecer la seguridad con
fanfarronas visitas a Culiacán y múltiples reuniones del gabinete de seguridad
federal, las estrategias implementadas hasta ahora no logran resultados
significativos. La violencia erosiona la confianza ciudadana y limita las
oportunidades de desarrollo en numerosas comunidades.
El sistema de salud mexicano continúa con serias y alarmantes deficiencias. La
falta de medicamentos, la pésima o nula atención en los hospitales públicos y la
insuficiencia de infraestructura sanitaria son problemas recurrentes que se
agravaron tras la pandemia. Estas fallas repercuten principalmente en las zonas
más vulnerables que dependen del sector público para recibir atención médica.
Hasta ahora, las acciones emprendidas por el gobierno siguen sin poder revertir
esta situación.
El compromiso de Sheinbaum con los migrantes deportados, aunque humanitario
en esencia, parece estar más orientado a fortalecer su imagen en el ámbito
internacional que a resolver las problemáticas nacionales. Si bien es innegable
que la crisis migratoria requiere atención, este enfoque no puede justificar la falta
de avances en temas prioritarios para los mexicanos. En lugar de atender las
demandas locales, el gobierno parece privilegiar gestos simbólicos que no ofrecen
soluciones tangibles a los problemas estructurales del país.
Las necesidades internas de México son urgentes y complejas. La inseguridad, la
crisis en el sistema de salud, la corrupción y el descontrol en la frontera sur
requieren atención prioritaria que, hasta ahora, no se ha dado. Si el gobierno de
Sheinbaum desea construir un legado sólido, debe enfocar sus esfuerzos en
generar cambios significativos dentro del país. La gestión eficiente de los recursos,
el fortalecimiento de las instituciones y la implementación de políticas públicas
efectivas son esenciales para enfrentar estos desafíos.
La presidenta debe equilibrar sus compromisos internacionales con una agenda
interna sólida y orientada a resultados. Las declaraciones de apoyo a los
migrantes solo serán creíbles si están respaldadas por un liderazgo que
demuestre capacidad para resolver los problemas locales. La confianza de la
población no se construye con discursos, sino con acciones concretas que
mejoren su calidad de vida.
El regreso de Donald Trump es un desafío para México en términos de política
migratoria. Sin embargo, la solidaridad hacia los migrantes no debe distraer del
trabajo urgente en los problemas internos. Sheinbaum tiene la oportunidad de
demostrar que su gobierno puede abordar tanto las tensiones internacionales
como las urgencias internas. Solo resolviendo los problemas estructurales del
país, fortaleciendo las instituciones y estableciendo un control efectivo en la
frontera sur, podrá consolidar un liderazgo auténtico y efectivo que inspire
confianza en su gestión y, lo más importante, ofrecer soluciones tangibles a las
necesidades de los mexicanos.
¡Hasta la próxima!
adolfoprietovec@hotmail.com