“EL ESTADO QUE LE HA SIDO NEGADO A LA NACIÓN MEXICANA (II)”

El Hijo del Camionero

Plan de Independencia de la América Septentrional

 

Por: Dr. Mario Rodolfo Cid de León Carraro

Coordinador del Grupo de Estudio y Análisis

Político Económico de Nezahualcóyotl

 

@MRODOLFO_CID

 

Hoy, nuestra nación se encuentra en una encrucijada muy grave impuesta por las estructuras políticas, lo que históricamente no es una novedad, al contrario, es una constante. Todos los días escuchamos propuestas de los distintos bandos en disputa, las que se pueden sintetizar en esta idea “haber quien es quien reparte más dinero”, francas ocurrencias, imposibles de financiar y otras totalmente inviables, pero si en el caso que se llevaran a cabo, garantizan la ruina económica del país; es tan disímbolo lo que pasa que vemos a candidatos con un discurso y a sus asesores con otro discurso muy distinto, a pesar de tratarse de los mismos temas, donde el planteamiento de los asesores resulta más atractivo, al grado que reproduzco una frase que no es mía, la escuche en la calle, pero sin embargo, por si misma se explica: “los candidatos deberían bajarse, para que podamos votar por quienes los aconsejan”

Ante la situación, es mucho lo que se juega, ya que incluso más haya de los modelos económicos o políticos, esta puesto en duda y combatido el modelo de sociedad, que incluso a pesar de las injusticias incluidos cuadros de discriminación, se ha sustentado en la premisa de que todos somos iguales; producto de la mal llamada normalidad democrática, se produjeron reformas constitucionales, que establecen claramente que habemos dos clases de mexicanos, totalmente diferenciados respecto a la ejecución de la ley, y ahora se impulsa que por esa misma ley, en el plano de las personas, ya no somos una sociedad única, sino que nos diferenciamos por grupos, los que unos no tienen nada que ver con otros,

Siguiendo en el contexto de la columna de hace ocho días, podemos ver que en efecto, por la independencia de este país, se levantaron diversos bando, siendo el vencedor final, el encabezado por Don Agustín de Iturbide, quien con una altura de miras enorme y a pesar de haber combatido a Don Miguel Hidalgo (que por cierto era su primo), al Padre José María Morelos, entre otros, habrá de cumplir los compromisos contraídos con Miguel Domínguez, Nicolas Bravo, Vicente Guerrero e Ignacio López Rayón, por lo que asumió como propios los “Elementos constitucionales” y los “Sentimientos de la Nación”, elevándolos como documentos fundamentales, para construir la estructura jurídica, sobre la que se fundaría la nueva nación independiente, El Imperio Mexicano.

Lo anterior queda demostrado en la propia redacción del Plan de Independencia de la América Septentrional, conocido en el coloquio historiográfica, como plan de Iguala, en el que se expresa claramente, las condiciones sobre las que se proclamara la independencia de este país, así como la consolidación de los objetivos que darán inicio aquel 16 de septiembre de 1810 al ciclo de guerras emancipadoras; por lo que, para efecto de su mejor conocimiento, se pone a su consideración el mencionado plan:

 

 

Plan de Independencia de la América Septentrional (Plan de Iguala)

Agustín de Iturbide: 

¡Americanos! Bajo cuyo nombre comprendo, no sólo a los nacidos en América, sino a los europeos, africanos y asiáticos que en ella residen: tened la bondad de oírme. Las naciones que se llaman grandes en la extensión del globo fueron dominadas por otras; y hasta que sus luces no les permitieron fijar, su propia opinión, no se emanciparon. Las europeas que llegaron a la mayor ilustración y policía fueron esclavas de la romana; y este Imperio, el mayor que reconoce la historia, asemejó al padre de familia, que en su ancianidad mira separarse de su casa a los hijos y los nietos por estar ya en edad de formar otras, y fijarse por sí, conservándole todo el respeto, veneración y amor, como a su primitivo origen.

Trescientos años hace que la América Septentrional está bajo la tutela de la nación más católica y piadosa, heroica y magnánima. La España la educó y engrandeció, formando esas ciudades opulentas, esos pueblos hermosos, esas provincias y reinos dilatados que en la historia del universo van a ocupar lugar muy distinguido.

Aumentadas las poblaciones y las luces, conocidos todos los ramos de la natural opulencia del suelo, su riqueza metálica, las ventajas de su situación topográfica, los daños que origina la distancia del centro de su unidad, y que ya la rama es igual al tronco; la opinión pública y la general de todos los pueblos, es la de la independencia absoluta de la España y de toda otra nación. Así piensa el europeo, así los americanos de todo origen.

Esta misma voz que resonó en el pueblo de Dolores, el año de mil ochocientos diez, y que tantas desgracias originó al bello país de las delicias, por el desorden, el abandono y otra multitud de vicios, fijo también la opinión pública de que la unión general entre europeos y americanos, indios e indígenas es la única base sólida en que puede descansar nuestra común felicidad. ¿Y quién pondrá en duda en que después de la experiencia horrorosa de tantos desastres, no haya uno siquiera que deje de prestarse a la unión para conseguir tanto bien? ¡Españoles europeos! vuestra patria es la América, porque en ella vivís; en ella tenéis a vuestras amadas mujeres, a vuestros tiernos hijos, vuestras haciendas, comercio y bienes. ¡Americanos! ¿Quién de vosotros puede decir que no desciende de español? Ved la cadena dulcísima que nos une: añadid los otros lazos de la amistad, la dependencia e intereses, la educación e idioma, y la conformidad de sentimientos, y veréis son tan estrechos y poderosos, que la felicidad común del Reino es necesario la hagan todos reunidos en una sola opinión y en una sola voz.

Es llegado el momento en que manifestéis la uniformidad de sentimientos, y que nuestra unión sea la mano poderosa que emancipe a la América sin necesidad de auxilios extraños. A la frente de un ejército valiente y resuelto, he proclamado la independencia de la América Septentrional. Es ya libre; es la señora de sí misma; ya no reconoce ni depende de la España, ni de otra nación alguna.

Saludadla todos como independiente, y sean nuestros corazones bizarros los que sostengan esta dulce voz, unidos con las tropas que han resuelto morir antes que separarse de tan heroica empresa.

No le anima otro deseo al ejército que el conservar pura la santa religión que profesamos, y hacer la felicidad general. Oíd las bases sólidas en que funda su resolución:

1º La religión católica, apostólica, romana, sin tolerancia de otra alguna.

2º La absoluta independencia de este reino.

3º Gobierno monárquico, templado por una constitución análoga al país.

4º Fernando VII, y en sus casos los de su dinastía o de otra reinante serán los emperadores, para hallarnos con un monarca ya hecho, y para precaver los atentados funestos de la ambición.

5º Habrá una junta ínterin se reúnen Cortes, que hagan efectivo ese plan.

6º Ésta se nombrará gubernativa, y se compondrá de los vocales ya propuestos al señor virrey.

7º Gobernará en virtud del juramento que tiene prestado al Rey; ínterin éste se presenta en México y lo presta, y hasta entonces se suspenderán todas ulteriores órdenes.

8º Si Fernando VII no se resolviere venir a México, la junta o bien la regencia mandará en nombre de la Nación, mientras se resuelve la testa que deba coronarse.

9º Será sostenido este gobierno por el Ejército de las Tres Garantías.

10º Las Cortes resolverán si ha de continuar esta junta o sustituirse una regencia mientras llega el Emperador.

11º Trabajarán luego que se unan, la Constitución del imperio mexicano.

12º Todos los habitantes de él, sin otra distinción que su mérito y virtudes, son ciudadanos idóneos para optar cualquier empleo.

13º Sus personas y propiedades serán respetadas y protegidas.

14º El clero secular y regular, conservado en todos sus fueros y propiedades.

15º Todos los ramos del Estado y empleados públicos subsistirán como en el día, y sólo serán removidos los que se opongan a este plan, y substituidos por los que más se distingan en su adhesión, virtud y mérito.

16º Se formará un ejército protector que se denominará de las Tres Garantías, y que se sacrificará del primero al último de sus individuos, antes que sufrir la más ligera infracción de ellas.

17º Este Ejército observará a la letra la Ordenanza; y sus jefes y oficialidad continuarán en el pie en que están, con la expectativa no obstante a los empleos vacantes y a los que se estimen de necesidad o conveniencia.

18º Las tropas de que se componga se considerarán como de línea y lo mismo los que abracen luego de este plan: las que lo difieran y los paisanos que quieran alistarse, se mirarán como milicia nacional, y el arreglo y forma de todos, lo dictarán las Cortes.

19º Los empleos se darán en virtud de informes de los respectivos jefes, y a nombre de la Nación provisionalmente.

20º Ínterin se reúnen las Cortes, se procederá en los delitos con total arreglo a la Constitución española.

21º En el de conspiración contra la independencia, se procederá a prisión, sin pasar a otra cosa hasta que las Cortes decidan la pena correspondiente al mayor de los delitos, después del de lesa Majestad divina.

22º Se vigilará sobre los que intenten sembrar la división, y se reputarán como conspiradores contra la independencia.

23º Como las Cortes que se han de formar son constituyentes, deben ser elegidos los diputados bajo este concepto. La junta determinará las reglas y el tiempo necesario para el efecto.

Americanos: He aquí el establecimiento y la creación de un nuevo Imperio. He aquí lo que ha jurado el ejército de las Tres Garantías, cuya voz lleva el que tiene el honor de dirigírnosla. He aquí el objeto para cuya cooperación os invita. No os pide otra cosa que lo que vosotros mismos debéis pedir y apetecer: unión, fraternidad, orden, quietud interior, vigilancia, horror a cualquiera movimiento turbulento. Estos guerreros no quieren otra cosa que la felicidad común. Unos con su valor, para llevar adelante una empresa que por todos aspectos (si no es por la pequeña parte que en ella he tenido) debo llamar heroica. No teniendo enemigos que batir, confiemos en el Dios de los ejércitos, que lo es también de la paz, que cuantos componemos este cuerpo de fuerzas combinadas de europeos y americanos, de disidentes y realistas, seremos unos meros protectores, unos simples espectadores de la obra grande que hoy he trazado, y que retocaran y perfeccionaran los padres de la patria. Asombrad a las naciones de la culta Europa; vean que la América Septentrional se emancipo sin derramar una sola gota de sangre. En el transporte de vuestro júbilo decid: ¡Viva la religión santa que profesamos! ¡Viva la América Septentrional, independiente de todas las naciones del globo! ¡Viva la unión que hizo nuestra felicidad!

Iguala, veinticuatro de febrero de 1821.

 

Como siempre el que escribe, apela a la mayor capacidad de análisis de usted amable lector, pudiendo verificar que el documento apela a que aquella sociedad Novo hispana conformada por indios, españoles, criollos, mestizos, africanos y asiáticos, es uniforme e integra entre sí, no existen diferencias, a partir de ese momento y todos por igual, se constituyen mexicanos; otro elemento fundamental, es la referencia a la independencia del reino, esto hace importante destacar, que jurídicamente la Nueva España, no era una colonia de España, la Nueva España era un Reino vasallo del reino español, lo que marca una gran diferencia y dicho reino, tenia ya compromisos establecidos, el más importante, la aceptación de fronteras con Estados Unidos, por eso la referencia, lo que resultará sustantivo en los tratados de Córdoba, ya que en estos se establecerá claramente que el Reino de la Nueva España, independiente se constituye en Imperio Mexicano, por lo que al tratarse de la misma entidad pero ahora emancipada, se declara continuadora de sus obligaciones y derechos en el concierto de las naciones; situaciones que trataremos en la próxima columna.

Es importante concluir, que en aquel primer momento del nuevo estado independiente, sus fundadores lo constituyeron como el Baluarte de una nación formada de iguales, entre sí y ante la ley, que tenían derecho a una enorme herencia, un territorio de 5 millones de kilómetros cuadrados, que garantizaban el progresos y la suficiencia económica y sobre todo dicho estado procuraba que a pesar de diferencias políticas no existieran bandos entre mexicanos y que a pesar de esas diferencias, existiría el compromiso de todos, de respetar como doctrina, cada uno de los principios expresados en los documentos que se han revisado y que estos principios serian la guía en el quehacer de todos.

¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué dejamos que nos convencieran de que no somos iguales? ¿Por qué toleramos el despojo de nuestra herencia? ¿Cómo es que llegamos al actual orden de cosas?

Hoy existe un 50% de mexicanos en edad de votar, que de acuerdo a distintos estudios demoscópicos, no ejercerán su derecho, ya que no ven opción en ninguno de los contendientes, a ellos apelo, en nombre de los que le han entregado todo a este país, por construirlo como el gran ideal de justicia y prosperidad, a que le exijan a los contendientes, es más que les exijan a que deben comprometerse puntualmente, a que deben de comprometerse, para que se genere esa convicción, para votar por cualquiera de ellos, en un marco de confianza, en una situación muy diferente de muchos que se encuentran en el otro 50%, que sin importar que proponga el aspirante de su preferencia, es más sin siquiera saber lo que propone, le siguen incondicionalmente.

México se fundo para constituirse como una gran nación, una nación de todos y no como una nación de caudillos, salgamos a exigir se implemente lo necesario para construir esa gran nación, que procure la justicia y el bienestar que querían sus fundadores, seamos demócratas y no seguidores a ciegas de caudillos, de cualquier signo al que estos pertenezcan.

Este espacio de reflexión que abarca tres columnas (esta es la segunda), lo concluiremos la próxima semana, dando a conocer el tratado de Córdoba.

 

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